Un blog de creación en español

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Tuesday, May 18, 2021

Escritura creativa 2021: Anna Kauffman

Planes para mi muerte


Tiene que haber flores. Lirios de cala, por supuesto. La cosa más elegante que produce el mundo natural. La mortalidad no es frágil, como dicen los lugares comunes. En realidad, es muy cierto, innegable. La única cosa en que se puede confiar del todo. Cualquier cosa puede ocurrir en tu vida, pero eso no cambiará el hecho de que un día vas a morir. Mi día está muy cerca. Sé eso. El aire no me viene tan fácilmente como antes. Mis respiraciones son lentas, desordenadas, irregulares. Es muy extraño, vivir al mismo tiempo que estás muriendo. No se puede describir bien la sensación, probablemente porque para hacer una comparación necesitas algo del mundo físico o algo que una persona ya la haya experimentado. Pero, todas las personas que ya han experimentado la sensación de morir, pues, es obvio no? Ya no tienen voces para describirlo.

Quiero un pastel también. Sé que eso es mucho más común para las bodas, y las fiestas de cumpleaños. Pero eso no me importa. No hay reglas en el más allá. No sé eso seguramente pero supongo que sería verdad. ¿Sería tan raro tener un pastel de helado? Yo siempre amaba los pasteles así. Mi mamá los compró del Baskin Robbins que estaba en la esquina de calle uno y la tercera avenida. Me hace reír un poco esa imagen, la de todos los invitados comiendo pastel de helado, pensando en mi vida y discutiendo sobre ella, tratando de remover la crema extra de sus tenedores. Tal vez el pastel podría tener tantas velas como años haya vivido yo.

Y la música. Eso será lo más importante. Tiene que ser una banda sonora que encapsule mi vida entera. Nada de esas canciones tristes. ¿Sabes que hay personas que solamente escuchan canciones tristes? Mi primer esposo era así. Cuando volvía a casa después de un largo día de trabajo, él siempre estaba en la cocina, lavando los platos, escuchando alguna balada trágica sobre un corazón roto, o un amante rechazado. Durante los días buenos bailábamos sobre el piso recientemente limpiado. Podría sentir en su mano a mi espalda, toda la seguridad que llevó consigo. Todo los deseos de mi mamá, y los deseos del mundo eran aplacados cuando él tomó mi mano en la suya y dijo “Sí, quiero.” Le permití a él elegir la canción para nuestro primer baile. No recuerdo cual eligió, solo recuerdo que era una de sus canciones tristes. Tal vez tendré una banda viva tocando. Quiero que todas bailen. Mis hermanas, quiero que ellas hagan el twist. Y, depende, por supuesto, de lo que exista verdaderamente después de la muerte, pero espero que mis padres y yo podamos reírnos juntos desde arriba con la torpeza y la borrachera de mis hermanitas.

Eso me recuerda algo más. El alcohol. Sé que eso es, probablemente, aún más tabú que comer un pastel de helado pero, si este no fuera el momento de tener la última palabra, ¿cuándo sería? Quiero cervezas para todos. Cómo las que bebía constantemente mi segundo esposo. Él nunca escuchaba una canción triste. Pero, después de un rato, empecé a extrañar estas canciones trágicas de mi primer esposo. No hay nada más opresivo que una persona que no sabe cómo sentir o cómo procesar emociones serias. Él estaba siempre muy feliz, y por eso me casé con él. Ahora pienso que probablemente fue porque había mucha tristeza en mi vida antes de conocerlo y pensé que iba a liberarme completamente de toda la carga de mi existencia. Por supuesto, eso no pasó, y no solamente porque él escondió su propia tristeza tomando demasiadas cervezas. El problema era el mío. Él tenía problemas -- muchos, de verdad -- pero fue mi culpa creer, siquiera por un instante en todos esos años (estuve casado con él por una década) que cualquier otra persona podría ser responsable de dispersar mi gran tristeza.

No sé cómo vamos a mantener frías las cervezas. Tal vez una nevera debajo de cada asiento? Eso sería tan ridículo pero, lo ridículo era la única cosa que realmente me liberaba de mi tristeza. Pues eso y el tercer divorcio. Ese esposo fue el peor. Ay, ahora es difícil recordar por qué me casé con él en primer lugar. Tal vez pensaba que tres era un mejor número que dos, o podría ser porque pensaba que si decidí escribir mis memorias, esa unión me daría las historias más fantásticas. Nada de eso resultó ser verdad. Lo único que fue verdad era que él odiaba mi perfume, y me decía eso cada día. Había insultos mucho más dañinos que ese pero, no quiero dignificarlos con mi pluma. Esos insultos todavía tienen bastante poder, me acompañan cada noche cuando trato de dormirme. Reverberan en mi mente, en su voz desinteresada y cruel.

Quiero tantos lirios de cala que una persona al entrar a la iglesia no pueda pensar en otra cosa. Quiero que el olor, limpio y fresco, domine el espacio tanto que sea difícil concentrarse. De esa manera, aún si mi cuerpo por cualquier razón todavía tiene sus sensaciones intactas, estarán tan llenas de ese olor, que mi mente podrá ser, por un momento, completamente libre de los insultos del tercer esposo. Sé que la iglesia va a permitir este tipo de extravagancia porque recuerdo cuando era niña y mi bisabuelo murió, toda mi familia asistió el funeral y la iglesia estaba llena de flores de camelia. Pensaba en el momento “qué ridículo”, pero al mismo tiempo, “qué fantástico.” Mi bisabuela planeó el evento, y puedes averiguarlo. Decidí en este instante planear mi propio evento antes. Porque, aunque disfruté tanto todas las camelias y el espectáculo de todo, sabía que mi bisabuelo lo habría odiado.

…. Debo llamar a mis hermanas para contarles mis planes pero sé que ellas me dirán que soy mórbida. Pero qué es más mórbido: hablar sobre la muerte o tener que asistir como espíritu a una fiesta para honrar tu vida que no representa de ninguna manera la manera en que viviste tu vida?

Espero que la camarera de mi diner favorito haga un discurso. Ella siempre sabe cuando la temperatura de mi café ha bajado demasiado y necesito más. Hemos hablado mucho mientras yo como un pedazo de tarta, usualmente tarta de cerezas. Recuerdo el momento en que primeramente hablamos. Noté que ella tenía cicatrices visibles en su piel. Le pregunté cuál tipo de tarta era la mejor. Ella me respondió que era la de cerezas y cada Lunes a las tres de la tarde volvía a ese diner. Me senté en el mismo asiento y nosotros hablamos. Al principio del clima y después de sus hijas y finalmente de nuestras cicatrices, las visibles suyas, las invisibles mías. Evitamos los nombres de los hombres que nos causaron cicatrices -- como si, decirlos en voz alta fuera dignificarlos. En los últimos días de la vida, estos días, pienso que ella me conoce más que mi familia, aún más que mi espejo. De hecho, de muchas maneras ella sirve como un espejo diferente; una versión menor de mí misma, pero más sabia, con un poder que yo no encontré hasta mucho más tarde en mi vida.

Tal vez habrá otras personas allí como ella, personajes profundos pero desconectados de mi vida formal. No quiero un mapa de la sala. Quiero que todas las personas sean desordenadas, para que puedan tener conversaciones raras sobre mi vida y cómo entraron en ella o, quizás, salieron.

Mis respiraciones se están volviendo más débiles cada día. Entonces es tan bueno que mis planes estén en orden. Mañana encargaré los lirios. Necesito recordar pedir los que sean más fragantes. Puedo olerlos ahora. Limpios. Frescos. Señalando un nuevo comienzo.


La bandera y la luna


La luna era más caliente de lo que pensaba. Ese domingo, a finales de julio, en el año 1969, los dos hombres me arrastraron por la superficie. Habían partido cuatro días antes, con toda la vista de la nación fija en nosotros. El fuego del cohete me había asustado un poco, aunque sabía que estaba fuera del vehículo. Pero con una tela como yo tenía? Pues, un desastre nunca está muy lejos. Reconocí versiones pequeñas de mi cuerpo en las mangas de los dos hombres. Las copias de mi imagen formaban un contraste muy fuerte con la blancura de sus trajes.

El cohete se agitó mucho cuando salimos de la atmósfera pero, según los dos hombres, eso era normal, y cuando entráramos en “el espacio” como lo llamaron, iba a estabilizarse. Eso resultó verdad y recordé que tuve un pensamiento muy raro cuando el cohete paró de agitarse y nosotros tres quedamos en silencio. El pensamiento era eso: qué extraño es que, aunque existimos ahora completamente separados del “mundo humano”, o “mundo humano ya explorado” todavía podemos sentir el peso de todas las esperanzas y todos los fallos de nuestra patria.

“We choose to go to the moon in this decade and do the other things not because they are easy but because they are hard.” Pienso que eso fue lo que dijo Kennedy, muy fácil de decir desde su tribuna, en vez de en esta cápsula con nosotros ese día. Los hombres no parecían tener miedo, sin embargo -- recuerdo eso. Y también recuerdo que cuando aterrizamos el aire estaba muy frío. Era la noche y no sé si los hombres sabían dónde estábamos. Pero, al mismo tiempo, nunca antes había habido un hombre en la luna así que no importaba mucho dónde estábamos.

Uno de los dos, pienso que era Neil, me tomó con sus manos y me llevó a la superficie de ese extraño planeta. El suelo era irregular y brillante en su blancura. Pensaba otra vez en este discurso de Kennedy, “There is no strife, no prejudice, no national conflict in outer space as yet. It’s hazards are hostile to us all. It’s conquest deserves the best of all mankind.” Mientras Neil estaba tratando de implantarme en el suelo, reflexionaba sobre la ironía de esta gran pieza oratoria.

Yo soy la bandera. Y no tengo la libertad de ignorar lo que represento. Sé que tengo dentro de mis rayas hay grandes pecados; pecados tan horribles que nunca se habla de ellos en las aulas de historia. Entonces qué mentira, eso de que en el espacio no hay lucha, no hay prejuicio, no hay conflictos nacionales. Eso hubiera sido verdad antes. Pero el momento en que Neil pudo plantarme en la tierra blanca de la luna, los Estados Unidos, representado por mi tela inflamable y delicada, creó todas esas cosas.

Me pongo loca ahora cuando el público dice “el aterrizaje en la luna” o, cuando las maestras dicen “viajamos a la luna” en referencia a la década de la carrera espacial. Porque eso también es mentira. No aterrizamos en la luna. No viajamos a la luna. Reivindicamos la luna. Colonizamos la luna. Y, lo peor es que usamos mi cuerpo, mi tela -- con todas sus estrellas y rayas, llenas de otras mentiras nacionales -- para hacerlo. Lo siento.


El horror de Thermopolis


Hay una valla, un poco afuera del parque Yellowstone que dice, “Yes I have PTSD: Pretty Tired of Stupid Democrats.” No hay nada más escrito. No tiene el nombre de la organización responsable ni del candidato que tal vez podría reemplazar a estos demócratas estúpidos. Las chicas pasaron por su lado y se rieron por un momento, pensando en lo loco que estaba su país. Genet pensaba en su pueblo de origen, donde no sería tan raro ver una valla así. Y pensaba también en cómo podría cambiar tanto una mente en un período de tiempo tan corto. Su mamá la había acusado de ser un “radical” pero su mamá la había acusado de ser muchas cosas entonces ella no se preocupaba mucho de eso. Anna estaba manejando entonces solo miró la valla por uno o dos segundos pero bastante para darse cuenta de que ya no estaba en California. Los dos hablamos de eso un poco, apagando el radio y reflexionando sobre el efecto que puede la crianza en las ideas que tienen sobre el mundo. Genet venía de Louisiana, pero no de New Orleans. Un pueblo muy pequeño de 4,000 casi 5,000 residentes. Muy similar al próximo por el que les tocaba pasar.


Thermopolis, Wyoming. Un pueblo que definitivamente no vale todas las letras que hay en su nombre. Es completamente posible que hubiera en este pueblo el mismo número de habitantes que letras en su nombre. Las chicas llegaron a su “hotel”, lo pongo entre comillas porque ese es un término un poco generoso para describir el lugar en que ellas tuvieron que dormir esa noche. Pero de todos modos estaban agradecidas de tener una cama -- aunque la cama tenía una colcha con caballeros pintados en la superficie. Era de noche cuando llegaron y tenían hambre así que mientras Genet sacaba todo nuestro equipaje del maletero, Anna visitó la oficina del dueño. El dueño pensaba que esa chica era demasiado joven para alquilar una habitación de hotel todo para ella, especialmente a esa hora pero no dijo nada porque necesitaba mucho ese dinero en medio de la pandemia. Le dio las llaves del cuarto cinco, en el primer piso. Ella estaba mirándolo con una mirada inquisitiva y sabía que probablemente tenía algo que ver conla máscara que ella llevaba y que él no.


La noche llegó y Anna y Genet estaban listas para dormir cuando, de repente, alguien llamó a la puerta. Las dos se quedaron inmóviles. “¿Quién podría ser?” Anna dijo, su voz inestable y llena de miedo. Eran las once y media de la noche. “No sé” respondió Genet. Afuera el estacionamiento estaba completamente oscuro. Anna pensaba en lo indefensas que estaban los dos. Mujeres, ambas de menos de cinco y medio pies de altura. El gas pimienta estaba en el coche, junto con el cuchillo que habían llevado para protegerse durante las noches en que estaban acampando. Genet, al otro lado del cuarto estaba moviendo sus ojos rápidamente a todas las esquinas, buscando un lugar en que las dos pudieran esconderse. Solo dos horas antes estaba reflexionando sobre cuán valientes eran Anna y ella para manejar a través de todo el país por sí mismas. Ahora estaba desesperadamente tratando de planear una vía de escape.

“Debemos abrir la puerta?” preguntó Anna.

“No!” Genet dijo en voz alta. No tenían ningún tipo de defensa, en qué podría estar pensando. Anna, entonces, sin ninguna otra idea y con un corazón pulsando tan duro, empezó a regresar al baño buscando una ventana tan grande para escapar. Genet, sin ninguna especial razón, empezó a reír. “¿A dónde podrías ir, posiblemente?” Anna empezó a reír consigo. Las dos miraron al techo en el que había una lámpara con cuernos de venado.

“Debemos tratar de arrancarlos y usarlos para luchar?” Anna preguntó todavía riendo pero al mismo tiempo planteando una pregunta seria. La persona llamó de nuevo a la puerta, y esta vez era mucho más ruidosa que antes. El terror rompió de nuevo la risa de las chicas y Anna tomó el teléfono del cuarto para llamar a la oficina. Sabía que no era probable que hubiera alguien en la oficina a esta hora pero también sabía que no tenía ninguna otra opción. Las dos quedaron en silencio mientras la tele sonaba. Genet se escondió debajo de la ventana al frente del cuarto, tratando sutilmente de mirar al otro lado de la puerta sin ser notada.

“Hola???” había una voz al otro lado de la línea y, sorprendida, Anna le respondió con una voz muy pequeñita y débil.

“Hola, sí, me llamo Anna y estoy en el cuarto cinco y hay alguien llamando a nuestra puerta.”

“Sí,” era la voz del dueño. “Soy yo, llamando.”

“Tú?” Anna le respondió, más sorprendida que antes, “Por qué??”

“Porque estacionaste tu coche en dos puestos, encima de la línea blanca” él le respondió. Qué estúpida era esta chica, pensaba él. Claramente las dos chicas estaban haciendo un viaje por carretera, pero cómo era posible si no podían manejar o estacionar? Y, más, cómo era posible hacer este tipo de viaje si un golpe en la puerta iba a asustarlas tanto.

“Ok, ok lo siento, voy a moverlo ahora. Gracias.” Anna respondió antes de colgar el teléfono.

Genet la miró con expectación. Y después de la explicación las dos pensaban en por qué sería tan importante, en un hotel, o sería mejor decir motel, en lo cual no hay nada más que otras dos personas, por qué sería tan importante exigirles que movieran su coche. Quién, de veras, habría estacionado allí.

“Qué tipo de monstruo no responde cuando llama a la puerta y las personas al otro lado le preguntan quién es?” Genet exclamó. Las chicas durmieron finalmente, pensando ambas en lo valientes que habían sido y, un piso encima, el dueño durmió también, pensando en cómo los jovencitos ya no son tan inteligentes que eran cuando él era joven.

Me gusta la historia. Está muy interesante sobre el espíritu actual del país, la incomprensión mutua. Me gusta mucho. Yo estaba pidiendo un texto de no ficción pero no importa. Este está muy bien.


Escritura creativa 2021: Marta Savid


Maternidad


La escritura creativa con un plazo de entrega está entre las actividades más difíciles. Si para muchos escritores y escritoras el cuento cobra vida por sí solo, los míos requieren de respirador, marcapasos, y diálisis constante como soportes vitales. Incluso los cuentos más independientes que escribo, que por momentos parecen dar pasos sin tomarme de la mano, eventualmente tropiezan y lloran por su madre para que los levante. Ejerzo una maternidad literaria sobre piezas que requieren, por un motivo u otro, de mi supervisión constante.

Si las plantas de Hernández crecen sin intervención ni esfuerzo, las mías lloran por luz UV artificial, agua mineralizada, y fertilizante .

Qué difícil se me hace separarme de mi consciencia, encontrar inspiración sin buscarla, y que vengan a mí las palabras sin esfuerzo. Qué complicado el dominio del lenguaje que manejo desde el vientre, que pareciera dominarme a mí y mezclarse con los restos anglosajones de mi crianza y desarrollo académico. Qué intencional resulta el uso de los recursos narrativos, como la repetición antinatural de este párrafo, los intentos de aliteración aleatorios, limitados y lamentables, y los símiles débiles, como las corrientes de los ríos en época de sequía.

El proceso creativo es, entre otras cosas, desafiante. Meditando, poner la mente en blanco se me hace prácticamente imposible. Sin embargo, cuando leo las instrucciones en nuestro programa semestral para generar una historia, el blanqueamiento mental es cuasi-instantáneo. Las ironías de la vida, supongo. Pienso en posibles narrativas en el gimnasio, en la ducha, en los momentos anteriores a quedarme dormida. A veces les pregunto a mis amigas si se les ocurre algo. A veces las ideas que me presentan son buenísimas, hasta que hay un intento concreto de ponerlas en palabras. A veces son hasta excelentes, pero al final no parecen querer desarrollarse y se genera una tensión de clímax constante, algo como un juego sexual perverso de mantener un cuento en el borde sin jamás darle una resolución. A veces las ideas son complejas, y merecen convertirse en una novela para desarrollarse a plenitud y no en un pequeño cuento. En otros momentos mis ideas son tan, tan interesantes, que me gustaría dárselas a un escritor de verdad, así les hace justicia. Porque yo no, yo no puedo dominar tales monstruosidades.

Escribo sobre el amor, sobre mujeres empoderadas, a veces empoderadas de más. Me gusta recurrir a la comedia sutil, el erotismo escondido, las identidades sexuales y los amores disidentes. Disfruto de la poesía, del lenguaje florido, de las hipérboles emocionales. Si no encuentro inspiración en la complejidad de las temáticas humanas, me gusta escribir sobre animales, o más bien, desde sus perspectivas. Me gusta porque es un juego, y no requiere de demasiada verosimilitud. Después de todo, ¿quién es el dueño de los pensamientos de un gato? (además del gato, supongo).

Suelo alejarme de las temáticas personales que me resultan tristes o complejas, porque si no puedo practicar escapismo a través de la literatura entonces ¿qué puedo hacer con ella?. Hay un cierto alivio personal en atribuirle problemas a personajes externos.

Que mis personajes contengan dentro de ellos todas las emociones que yo reprimo, que se mueran de amor, que se maten de angustia, que dejen que sus complejos mesiánicos dicten sus vidas, y que utilicen sus cuerpos para el deseo. Incluso por momentos los reprimo a ellos, dado el ambiente académico en el que existen.

Tal vez requieren de mi diálisis y mi soporte vital para no crecer tan alto. Si los cuentos de Hernandez son plantas, pues los míos son Bonsais. Es mi supervisión constante lo que los hace digeribles y bonitos a la vista.



Las 10 Etapas de Mi Última Cita


1

El miércoles pasado conocí un chico en el gimnasio

No me gusta hablar con gente en el gimnasio pero

disparaba rayos de luz y feromonas

Y no pude evitar que mis ojos descansaran sobre él por más de un par de segundos

Tenía lindos brazos

1,90 y un poco más

Piel dorada

Y piernas que podrían haber caminado 40 años por el desierto.



2



Se acercó a mí en la piscina y bromeó sobre mi forma de nadar y cómo podría conseguir un trabajo como socorrista

Le dije que ya había sacado a 3 niños del océano mientras me miraba en los espejos grises de sus ojos y lo preocupante que era que me recordaran el único huracán en el que he estado.

Nunca hay que ignorar a la naturaleza cuando te da un aviso.

Levantó las cejas con incredulidad

¿Salvaste a tres personas?

Me preguntó

Me reí.

Después lo pensé un par de veces mientras caminaba a casa.



3

Quedé con él el viernes por la noche en un bar poco iluminado

Me puse mi mejor sujetador y conjunto de encaje

esperando que tal vez la cita fuera lo suficientemente buena como para que él no lo viera.

Quería terminar mirando las estrellas con él

tal vez sea el anhelo que hay en mí de que alguien me quiera como una chica y no como una mujer

Bailar camino a casa,

Que me vistan con plumas y me construyan un altar

Que escriban cánticos a mi nombre


A veces

la jaula parece más tentadora que el rugido

Nací libre pero

Me crié en cautiverio.





4

Está estudiando para ser doctor

Porque quiere salvar vidas

(porque nunca aprendió a salvar la suya)

Tiene los dientes perfectamente alineados

(su sonrisa es psicopáticamente encantadora)

Y dijo que me invitó a salir porque soy

“Impresionantemente hermosa” como las pinturas, en los museos

Le pregunto qué pinturas, en qué museos

(Me doy cuenta entonces, de que nunca fue a un museo)

Y cuando está terminando su segunda pinta

Me entero de que

Su padre lo dejó cuando era un niño

(¡Tenemos cosas en común!)

No sabe nadar

(La primera habilidad que aprendí fue la de la supervivencia)

Le gustó que hubiera salvado tres vidas

(Pero no salvé ninguna)



Saqué tres niños del agua, pero nunca me quedé para enseñarles a nadar. Evité que murieran.



Salvar , ahora, es un verbo completamente diferente.



Siento su sangre goteando entre mis dedos

Los junto y creo copas con mis manos

Y la bebo como si fuera

El veneno y el antídoto.

Demasiado poder para darle a una persona.



5

“Mi mamá murió”

No digo nada.

“Hace tres meses”



Sé mucho sobre perder una madre.

Y me pregunto en silencio

Si será peor que muera o que te abandone

Cuando recién cumplís los siete.



Me pregunta si el dolor hace a la gente más interesante

Y le digo que no sé si algo que te deja tan vacío te llena necesariamente de sustancia.



Pero sí crea espacio para ello.

Para la poesía

Y la música

Pero también para el odio

Y lava caliente

Y los demonios

Y el arte

Y las armas

Dentro de tu boca

Y apuntando lejos







6

Lo beso en el asiento de atrás de su auto

Me detiene para decirme que por fin me comprendió

Y me pregunto cómo le tomó un par de horas cuando yo

Llevo 23 años intentando y aún no puedo.

Me dice que ama mi empatía pero

Mi psicóloga dice que tengo demasiada y,

Que me hace débil.

Me dice que le impresiona mi inteligencia pero,

Mi psicóloga dice que por ella

No puedo ser feliz

Dice que le gusta que tenga cicatrices

Porque demuestran fortaleza pero

Mi psicóloga dice que tengo lastimaduras

Aún abiertas

Y les echo sal

Todo lo que ama de mí

Son cosas que quiero cambiar.



7

Me pregunta si quiero coger y le digo

Que fumemos algo en el parque mejor

Me pregunta si estoy lista para enamorarme y contesto

Que no estoy segura, pero que no creo que él lo esté.

Y no quiero salvar a nadie

Aún estoy aprendiendo a respirar.



8

Se enoja. Me dice que tener una madre muerta no es un defecto.

Entre tosidas e intentos de besarme por sobre el humo.

Lo dejo, porque es hermoso y yo promedio.

Me suena la voz de mi psicóloga diciendo

Que pare de buscar gente rota para arreglarla

Y pienso que tal vez

Todos estamos jodidamente rotos

Y ninguno necesita ser arreglado

Porque la luz no entra si no es por las grietas.



9

Me pregunta en qué pienso y me dice

Entre lágrimas de dolor

Que echa de menos a su mamá

Y le prometo

Enseñarle a nadar

Si hace el esfuerzo

De mantenerse a flote

Sin mi ayuda

Después.



10Mi psicóloga me va a matar cuando le cuente.

Wednesday, May 12, 2021

Escritura creativa 2021: Deborah Shonack


El más popular del equipo


Inhalas el olor a pasto y a tierra. Escuchas los gritos de padres, madres, hermanos, amigos, entrenadores y compañeros aconsejando a los corredores que corran más rápido para que alcancen a la persona delante de ellos, o que no dejen que la persona detrás de ellos los alcance. Al menos treinta toldos de todos colores cubren un pasto gigante. Si estás por Los Ángeles, es probable que encuentres un toldo verde que diga “South High School”. Todas estas cosas mencionadas son esenciales para las carreras a campo traviesa, pero para el equipo de South, no sería una verdadera carrera a campo traviesa si Fred no estuviera allí.

Fred era más popular que cualquier otro miembro del equipo, al menos hasta 2018, cuando me gradúe. Después de eso, no sé qué pasó con Fred. Todo el mundo amaba a Fred. Se sumó al equipo en 2014 y nunca se fue. No fue su decisión sumarse al equipo. Los chicos del primer equipo lo encontraron abandonado en el borde de la acera de una casa cuando estaban corriendo y lo recogieron. Lo cargaron hasta la pista de South, lo nombraron Fred, y desde ese punto formó parte de nuestro equipo.

Cada año, los nuevos integrantes del equipo querían conocer a Fred, pero se sorprendían cuando finalmente lo conocían. Fred es un colchón viejo de color vómito, un verde amarillo mezclado con marrón en donde se ensució, y flores rojas y azules chiquitas que estaban tan descoloridas que de lejos ni las veías. Era un colchón feísimo, pero los chicos del primer equipo se obsesionaron con él. Pronto, las chicas del primer equipo también se obsesionaron con él e incluso los entrenadores sabían quién era Fred. El primer equipo comenzó a traer a Fred a todas nuestras carreras, hasta le guardaban un asiento en el autobús. Parecía que Fred se había convertido en la mascota del equipo, pero cuando yo llegué al equipo en 2015, ese no era el caso.

Yo era miembro del equipo B. Solo siete chicas y siete chicos formaban parte del primer equipo, pero entre quince y veinte de los mejores chicos y chicas del equipo corrían con ellos. Ser parte del primer equipo era como ser parte de un club especial. Pasabas más tiempo con los entrenadores, corrías distancias más largas, tenías un entrenador especial que solo trabajaba contigo e incluso ibas a un viaje cada verano, gratis, a correr en las montañas de Big Bear.

Si estabas en el equipo B, ese mundo era casi inimaginable, y eso incluía tu acceso a Fred. En mis tres años en el equipo de carreras a campo traviesa, no toqué a Fred ni una vez. Nunca me senté en Fred. Nunca dejé mi casaca encima de Fred antes de una carrera. Nunca me reí mientras estaba sentada frente a Fred. Solo lo veía de lejos. Fred no era la mascota del equipo, solo la mascota del primer equipo. Las únicas personas del equipo B que se acercaban a Fred eran las personas que pronto serían parte del primer equipo, o si eran buenos amigos de alguien en el primer equipo. Yo tenía amigos en el primer equipo, pero el segundo que tocábamos la pista, se olvidaban que me conocían. Solo pensaban en su identidad como parte del primer equipo. Nuestra amistad no era más fuerte que esa identidad.

No sé dónde está Fred ahora. No sé si Fred sigue siendo la mascota del primer equipo, si lo regalaron, botaron, o si alguien lo trajo a la universidad. Para mí, Fred solo me recordaba un club que nunca me iba incluir, un club que le prestaba más atención a un colchón que encontraron en la calle que un miembro del equipo B.