Un blog de creación en español

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Friday, October 4, 2013

Melanie Glickman: Palabras revueltas


Palabras Revueltas


            Escribir no pasa en un momento de inspiración como nos gustaría pensar. No es limpio ni bello. Es baboso. Para mí, escribir es como cocinar los huevos. Al principio hay una idea, el huevo completo, llena de posibilidad. Después de examinar el huevo un poco, lo rompes hasta encontrar la idea. De repente, los interiores chorrean, intentando escapar de la cáscara, de mi mente. Las palabras corren en todas direcciones y tengo que dirigirlas a la página. Dirijo la yema de huevo al sartén. Pronto, el huevo se empieza a cocer. Tengo que decidir qué tipo de huevos quiero o qué tipo de escritura: poesía, cuento, ensayo... Elijo los huevos revueltos y un ensayo sobre el fluir de la conciencia. Con suerte, un buen olor llena la casa mientras muevo los huevos con la espátula. Cambio las palabras con el bolígrafo. Finalmente, los huevos están preparados; los saco del fuego de la estufa y los transfiero a un plato. Completo el ensayo y dejo de escribir. Cierro mi bloc y voy a la a mesa a comer mi desayuno de ricos huevos revueltos.

Zak Martellucci: A España



A España 

Yo jugueteaba nerviosamente con el folleto de bienvenida que me habían pasado cuando llegamos al aeropuerto de Logan. School Year Abroad: Departure for Zaragoza, Spain- decía en la portada. Ya no había visto las palabras de consejo, garantías de un año satisfactorio y la sensación de seguridad que conocía que el folleto contenía. El zumbido tenso de emoción y mi mirada ansiosa reflejada en las caras de mis compañeros de clase me mantuvo distraído. Durante todo el camino desde Filadelfia, había una voz en mi cabeza que me estaba gritando que saliera cuando todavía podía. Estaba nervioso, ya abrumado y aterrorizado por el año que tenía delante. ¿Cómo podría estar seguro de que esto era lo correcto que hacer? ¿No era yo muy joven para irme de casa? ¿En qué me había metido?
La voz de mi madre me trajo de vuelta a la terminal del aeropuerto. -Tienes que recordar de llamarnos el segundo que aterrices -dijo ella, con el rostro tenso por esconder un sollozo. -Por supuesto-le repetí sobre el suspiro de fastidio sensible de mi padre. Yo había estado desviando comentarios así durante el viaje de ocho horas en coche a Boston, y no pude evitar sentirme frustrado. Ya era bastante difícil estar en el coche con mis padres después de su separación este verano. Supongo que mi hermana y yo sabíamos que algo no estaba bien hace un tiempo, pero ella estaba en la universidad y a mi me distrajo la escuela secundaria y la posibilidad de vivir en España. Elegimos inconscientemente ignorar las señales. Al principio se pelearon en ocasiones, que siempre parecía normal desde que se casaron. Un día dejaron de discutir y un hueco vacío de emociones de rabia tomó su lugar. Así que probablemente no debería haberme sorprendido cuando mis padres nos sentaron para hablar una tarde a principios de junio.
A través de sus lágrimas silenciosas, mi mamá nos explicó que ellos se iban a separar. Fue la decisión de su padre- mi mamá aclaró rencorosamente. Discutieron con voces controladas tensas. Asuntos del corazón, para siempre, mentiras, traicionar, engaño, amar. Silenciosos y tranquilos, ni mi hermana ni yo nos movimos. Con una mirada nos dijimos que estábamos allí uno para el otro y nos escapamos a la habitación de mi hermana. Me acurruqué debajo de la manta, en un estado de shock. No podía procesarlo. Mi vida estaba explotando. No era posible que mis padres jamás fueran algo menos que juntos.
Yo evitaba decirle a nadie sobre ese día. Era más fácil fingir que no había ocurrido. Nadie se daría cuenta de mi comportamiento diferente si me olvidó de lo que había pasado. Sin embargo, no podía evitarlo por mucho tiempo, especialmente con arrebatos aleatorios de llanto cada pocos días de mi mamá. Mi abuela me invitó a su casa poco después e inmediatamente comenzó a consolarme, aconsejarme, y simpatizar conmigo. Ella hizo todo lo que una abuela tenía que hacer, pero eso sólo empeoró las cosas. Quería olvidar y seguir adelante, no regodearse en el dolor. Ella volvía al mismo punto. ¿Cómo iba a irme a España con lo que acababa de suceder? Sin duda iba a cambiar mi decisión- ella pensó.
Ese fue el momento en que sabía que tenía que irme. Era mi oportunidad de escapar del dolor que apenas estaba empezando y aún mayor motivo para explorar el mundo. Todavía estaba luchando con la idea de dejar atrás mi hogar, pero mi hogar estaba cambiando.
Miré a mi alrededor. La terminal de salidas internacionales era grande y blanca, una maravilla de la arquitectura austera, que dejó saber a los pasajeros que estaban en las manos fuertes, seguros y fornidos. Me sentí tan pequeño e insignificante allí en el grupo de los otros sesenta estudiantes y sus padres, esperando de decirse adiós. No me había dado cuenta hasta ese momento lo real que esto iba a ser. Sabía que iba a estar viviendo en España durante los próximos diez meses. Sabía que no iba a ver a mis amigos, mi familia y todo lo que reconocía como familiar por un tiempo. Sabía que iba a confiar en una nueva cultura y lengua. Sabía que había elegido esto. Pero no sabía hasta ese momento que iba a ser tan completamente vacilante cuando llegó el momento de decir adiós.
Me di cuenta de que todo el mundo a mi alrededor sentían lo mismo. Éramos una masa de mentes moldeables, reluctantes a saltar hacia lo desconocido. No habíamos podido procesar el próximo año, ya que nuestra conciencia colectiva latía con las preocupaciones, preguntas, y la anticipación de los próximos días. Teníamos miedo, pero estábamos listos. Estábamos juntos.
Abracé a mi mamá adiós por la cuarta vez y volví a entregar mi pasaporte y el billete a la guardia de seguridad. Mientras me alejaba, me tomé una última mirada a mis padres. Sus brazos estaban alrededor de la otra con un cariño que yo no había visto en muchos años. Esta era mi oportunidad para recordar a mi hogar como yo quería que lo recuerde. Era el momento de dejar atrás su casa y zambullirse de cabeza.

*****

La mayoría de nosotros estábamos demasiado nerviosos o cansados por las despedidas para ser social en el avión. Habíamos elegido conscientemente salir de nuestras casas temprano y sumergirnos en una experiencia completamente nueva. Fue difícil decir adiós. A pesar de que no era para siempre, la despedida tenía un carácter definitivo e irreversible que no podía ser ignorado. Le decíamos adiós a nuestras vidas, a nuestras familias y a nuestros amigos por un rato, pero también le decíamos adiós a nuestra infancia. Era el momento de entrar a el mundo real. Se esperaba a ser adultos independientes y autosuficiente, pero muchos de nosotros todavía sentíamos como niños ignorantes e ingenuos.
Para algunos, era su primera vez fuera de los Estados Unidos. Para otros, era su primera vez en un avión. Algunos ya habían vivido al extranjero, y algunos ya hablaban con fluidez en otras idiomas. Éramos niños pretenciosos de los internados de la costa este y surfistas relajados de la oeste. Éramos actores, pintores, músicos, empollones, deportistas y drogatas. Vivíamos en lo profundo de los bosques de Maine y en las playas de Miami. Nuestras casas estaban en las calles empinadas de San Francisco y las llanuras del Midwest. Hablamos inglés, español, francés, alemán, polaco, holandés, tagalo, swahili y el hindi.
Sin embargo, lo que nos separaba nos unía. Los niños que no conocía iban a ser algunos de mis mejores amigos del mundo. Nos tomó un momento de incertidumbre puro que nos permitió convertirnos tan cerca e importante uno para el otro. Al tomar tierra en Madrid, poco a poco salimos de nuestras introversiones inducidas por la tristeza. Nos mantuvimos al lado de uno e otro como una fuente de consuelo. Eran las únicas personas que podían entender lo que estaba sintiendo.
Nos bajamos del avión y nos trasladamos en grupo por los pasillos desconocidos del aeropuerto. La tensión que habíamos traído desde nuestra salida de los Estados Unidos nos dominaba menos. Poco a poco se levantó esa tensión cuando llegamos a un acuerdo con la idea de irnos de casa porque teníamos una nueva perspectiva. La emoción creció cuando acogimos nuestro futuro.
Cuando llegó el momento de recoger nuestro equipaje, todo el grupo estaba hablando y bromeando de manera que sólo nuevos amigos pueden hacerlo. Teníamos un poco de tiempo antes de que nuestro autobús llegaría para llevarnos a nuestras nuevas casas, por eso todos establecimos un campamento en una esquina de la recogida de equipajes. Estábamos viviendo en un limbo entre nuestras vidas viejas y la nueva experiencia por delante. Sin nuestras familias y la reputación que nos guía, podríamos abrirnos más de lo que podíamos desde que éramos pequeños. Yo era tímido y luché con recordarme de los nombres de mis compañeros, pero después de unos minutos nadie parecía preocuparse. Era como tener al instante un enorme grupo de amigos que había conocido para siempre. No hubo chisme ni drama, sólo amigos llegando a conocerse uno al otro y anticipando ansiosamente sus nuevos hogares.
Cuando llegó el autobús, la ansiedad y el miedo se acomodó sobre el grupo. Nos íbamos de nuestro limbo sin preocupaciones y ahora estábamos entrando en la última etapa de nuestros viajes a casa. El viaje de cuatro horas parecía desalentador e incómodo, pero, de nuevo, era lo mejor para nosotros. Ahora que el miedo nos inquietaba, nos unió aún más afrontar el momento más espantoso de nuestras vidas.
Todo se hizo real muy rápidamente. Esto fue más que irnos de casa, más que decirle adiós a nuestras familias y amigos, y más que aceptar una nueva aventura con nuestros nuevos amigos. Las nuevas familias y las nuevas casas estaban a un paso más cerca.

*****

Era de noche cuando me desperté. Todavía estábamos en el autobús, pero todos habíamos perdido el entusiasmo y la energía. Parecía que todos estaban dormidos, incluso la chica sentada a mi lado. Su nombre era Maddie o Madison, o algo así, y era de Colorado. Éramos los dos esquiadores y yo nunca había estado en Colorado, así que la conservación se había vuelto a esquiar un par de veces antes de que nos quedamos dormidos. Traté de volver a dormir, ya que parecía que no estábamos allí todavía, pero mi mente no me dejaba. Fue el primer momento de semi-paz que había conseguido desde que salí de Pensilvania.
Ahora que la ansiedad del viaje había desaparecido, podía pensar sin distracción sobre mi nuevo hogar. Había expresado interés en vivir con una familia con niños y mascotas que vivían cerca de la escuela. Según lo que me dijeron antes de llegar, mi madre anfitriona se llamaba Teresa y vivía a diez minutos a pie de la escuela. Yo no estaba seguro de nada en realidad, y me puso nervioso. Estaba seguro de que no resultarían ser locos o muy extraños, pero yo no podía dejar de esperar lo peor. Miré hacia el paisaje exterior que atravesábamos. Parecía algo así como Marte- pensé -dónde estaban todas las personas?
Justo cuando pensé que podría volver a dormir, las luces de una ciudad aparecieron en la distancia. Había leído sobre Zaragoza un millón de veces en el red antes de salir. Era una pequeña ciudad centrada en el río Ebro. La ciudad tenía una larga historia de romanos, árabes y la conquista española y tenía una gran basílica llamada "Nuestra Señora del Pilar." Según lo que yo sabía, seríamos los únicos americanos que vivían allí.
Antes de darme cuenta, el autobús estaba dentro de Zaragoza. El resto del grupo comenzó a agitarse mientras atravesábamos la oscuridad de la extraña ciudad. Todos hablaban en un susurro. Era esta nuestra ciudad? ¿Vamos a estar allí pronto? ¿Cómo estábamos todos tan tranquilos? Marta, la maestra que nos había recogido en Madrid, habló sobre la radio del autobús para explicar lo que estaba a punto de suceder. Cuando se detuviera el autobús, nadie debía moverse todavía. Nos llamaría en orden alfabético y nos emparejaría con nuestras nuevas familias. No entren en pánico o preocupación- dijo en español con una lentitud deliberada con la esperanza de que podríamos entender -una vez que estás con tu familia, no te vamos a ver hasta que empiecen las clases en unos pocos días. Así que buena suerte y recuerde que ellos están tan emocionada y ansiosos como tú.
Nos miramos uno al otro y completamente reconocimos lo aterrorizante que serían estos próximos minutos. Marta empezó a leer cada nombre. Uno por uno, los niños agarraron sus maletas y se fueron. Una última mirada atrás capturó la emoción que los mantuvo en movimiento a pesar del miedo abrumador. Miré por la ventana tintado del bus a todas las familias que nos esperaban. No muy diferente de una tienda de mascotas, esperábamos nuestro turno para entrar en un nuevo hogar. A medida que cada nombre fue llamado, un niño podría bajar las escaleras del autobús en los brazos abiertos de su nueva familia. Marta ya estaba en los L's y se quedó en silencio cuando me di cuenta de que iba a venir después. -Número 31, Martellucci- nos gritó -Conozca a su mamá española, Teresa.
Recogí mis cosas, caminé por el pasillo y bajé las escaleras. Estaba tan nerviosa que apenas podía hablar. Balbuceé algunas palabras básicas que podía recordar. Todo era un borrón mientras descargamos mi maleta y antes de darme cuenta, estaba en el asiento trasero del coche de Teresa. El coche arrancó y miré a las familias que quedaban. Salimos del estacionamiento y me pareció que la única conexión que tenía en este nuevo país se había roto.

Teresa condujo a través de mi nueva ciudad. Alrededor de monumentos y por avenidas grandes, todo se empeñaba con las luces y la gente y el resplandor de los edificios de color rojo y amarillo. Alcancé a ver el río al pasar sobre el puente antes de sumergirnos en las calles estrechas bordeadas por edificios de piedra. Pasamos por los lugares en los que iba a tener algunas de las mejores experiencias de mi vida. No tenía idea de lo bien que iba a conocer a este ciudad, mucho menos que iba a ser mi nuevo hogar. Mi viaje había llegado a su fin, pero la aventura acababa de empezar.

Thursday, May 23, 2013

Ficción y no ficción primavera 2013: Nicole Bermeo


Hipócritas

Por Nicole Bermeo
  
            Las mujeres siempre tienen tiempo para hablar mierda. Como mujeres, tenemos una habilidad innata para parecer confiables, pero en realidad, la mayoría de las cosas que nos dicen serán de conocimiento público por la noche. Irónicamente, esto tiene sentido, ya que es una adaptación evolutiva de las mujeres a ser buenas en formar enlaces con la gente (ya que obviamente nos falta la fuerza física que tienen los hombres). Compensamos esto siendo verbalmente agresivas, o en otras palabras, somos muy críticas y duras con todos menos con nosotras mismas. De alguna manera, este complejo de superioridad nos permite funcionar en la vida diaria sin llorar cada segundo por nuestras deficiencias personales. Todas las mujeres hacen esto, y si una le dice que odia el drama, hay que tener cuidado porque todo lo que una mujer dice debe ser profundamente analizado para encontrar su verdadero significado. No se deje engañar – todas somos iguales.
            Si uno quiere probar esto, debe observar a la mujer en su hábitat natural, idealmente cualquier Starbucks en Manhattan. Encuentre una mesa desocupada, preferiblemente en un rincón apartado (esto será difícil en Nueva York). Coloque su chaqueta en el respaldo de la silla y configure su computadora. Pídale al grupo de mujeres a tu lado si pueden cuidar sus cosas mientras consigue una bebida. Si usted es atractivo, ellas probablemente empezarán a reírse nerviosamente. Si no, no te preocupes, no hará ninguna diferencia. Cuando tenga su carísimo grande caramelo frappuccino con leche descremada y sin crema batida, siéntase como en su casa. Agradezca al grupo de mujeres por cuidar sus cosas. Enchufe sus audífonos en su computadora, pero sin escuchar nada (necesita escuchar a escondidas).
            Después de algunos intercambios corteses, las mujeres comenzarán a ponerse al día. Una de las mujeres empezará a hablar de su difícil relación con su novio de tres años y cómo él nunca hace nada por ella. Las otras mujeres le dirán que ella es increíble y que se merece a alguien mejor que él. Ella les dirá que se fue a un bar la noche anterior para que sentirse mejor y que conoció a un hombre atractivo que la hizo reír toda la noche. Cuando les cuenta que ella se acostó con el hombre, sus amigas la felicitarán y le aconsejarán que deje a su novio idiota. Cuando la mujer vaya al baño, sus amigas la llamarán puta por engañar a su “muy amable” novio. Cuando ella regrese, sus amigas le dirán que tienen que hacer unos recados y se pondrán de acuerdo para juntarse la próxima semana y se irán.
            Cuando sus amigas salgan, la mujer se sentará por un rato, con su cabeza inclinada hacia el techo. Ella dejará escapar un suspiro y sacará su celular del bolso. Lo mirará por un rato y marcará el número de su novio. Cuando él conteste, ella le dirá que lo extraña y que nunca va a engañarlo y que él es lo mejor que le ha pasado. Después de ponerse de acuerdo para ir a cenar esa noche, ella le dirá que lo ama. Cuando se levante para irse, lo mirará y le guiñará el ojo. Cuando ella se vaya, usted se sorprenderá de lo que acaba de suceder, pero definitivamente va a entender a lo que me refería cuando le dije que no se puede confiar en las mujeres.