Un blog de creación en español

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Sunday, May 20, 2012

Ficción y no ficción, primavera 2012: Brit Lippman


El Timekeeper

            A la altura de 4 pies él ve el mundo.  La ciudad de Nueva York se eleva por encima de él, pero no lo domina; de su cuerpo en miniatura una gran presencia resuena, y nadie esperaría la voz inmensa que emana de su boca y llena las aceras alrededor del parque. Su vida personal es un misterio—todos lo reconocen, pero nadie lo conocen. Algunos dicen que trabajaba por la universidad hace muchos años, hasta un día se volvió loco. Otros piensan que es un espía. Su residencia es desconocido, pero una cosa es cierta—no es un hombre sin hogar. La evidencia es clara: en Nueva York, los sin techo deambulan por las calles, y a menudo parecen perdidos, desolados, sin propósito. El Timekeeper, no—su propósito es claro (es evidente en su nombre), y El Parque de Washington Square disfruta su reinado benévolo (la mayoría del tiempo). Camina por University Place como si fuera suyo y tiene un doble papel:  es guardia de tráfico y también el reloj más confiable.  Con sus dulces reprimendas—en la forma de gritos urgentes—les recuerda a todos que no deben llegar tarde a las clases, e inculca en ellos un sentimientos de culpa de la misma manera en que lo hacen los padres. Cuando no está trabajando, se relaja en un banco como si fuera el sofa de su sala con un paquete de pasteles de Little Debbie-- su merienda favorita. Mira a los estudiantes y saluda con la cabeza cuando alguien pasa por su banco.  El Timekeeper es la figura familiar del barrio—un poco estrafalario pero siempre agradable.
            Los estudiantes de NYU no tienen un campus típico, pero un sentido de unidad se forma en presencia del Timekeeper, la mascota de NYU mucho más influyente que el Bobcat, y por cierto más divertido. Se espera que la desaparición del Timekeepr señale la caída de la puntualidad y la vivacidad de la población universitaria. Por lo general, él está muy ocupado para conversar por mucho tiempo, pero de vez en cuando, si tienes suerte, acepta una entrevista. 

Thursday, May 17, 2012

Ficción y no ficción, primavera 2012

Los cursos de ficción y no ficción suelen ser complicados empezando por el título. Tan arduo es discernir la línea que divide la ficción de la no ficción como separar la verdad de la mentira.  Resuelvo el asunto tratándolas como convenciones: se puede mentir en unas memorias como mismo se puede relatar con toda la fidelidad posible hechos reales en una obra de ficción. Lo que cambia y decide son las expectativas creadas y la lealtad con que el autor se atenga al pacto con el lector. No mentir a sabiendas en la no ficción, mezclar datos ciertos con la más pura imaginación en los relatos ficticios con tal de que funcionen. Creo que los estudiantes de este año lo han entendido.



En la foto de izquierda a derecha: Peter, Abhi, Jessica, Chistopher, Holly, Amanda, Britt, Cristal y Kathryn. 

Ficción y no ficción, primavera 2012: Jessica Jiménez


Calidoscopio Rojo
            Hoy encontré tu bolsa. Roja. Te gusta ser notada. Tu personalidad brilla entre la multitud de negros, grises, blancos y azules reales de invierno. Michael Kors. Piel. Que diseñadora. Te gustan las marcas que llevan las famosas. Las anhelas, ruegas, y te la compran porque no soportan tu carácter. Mimada. Fuego contenido. Eres joven.
            Eres lista, pero no tan higiénica como para cargar con un cepillo de dientes. ¿Por qué lo tienes en tu bolsa? Delineador de ojos de M.A.C. negro, máscara de Maybeline negra, Colorete de NARS, bálsamo de labio Carmex con sabor a cereza. Simple. No tienes pasta de dientes. Eres nómada. Tienes un apartamento. En el West Village (¿o es que vives downtown con los financieros?). Pero casi nunca estás allí. Prefieres desfilar por camas frías y lejanas. No te gusta traer las aventuras a casa; no son tuyas si no habitan contigo.
            Peine. Tienes pelo como miel, con dimensiones complejas de ámbar. Lustre. Espejo. Eres demasiado auto-consciente; no usas mucho maquillaje. Perfume. Romance de Ralph Lauren. Prácticamente vacío. Conoces el efecto que tienes sobre los hombres, pero no te lo crees tú misma. El Immoralista. Gide. Estudiante.
            Panties de encaje. Negros. Pequeños (aunque pueden ser medianos...no confirmo la etiqueta). ¿A quien se los vas a mostrar? ¿Para cuál conquista? ¿Cuál batalla? La de esta mañana en el deli, por la cual no pagaste el café o esos croissants medios tostados que te encantan? ¿O ese que siempre te acompaña a clase con el pretexto de conversación profunda, pero solamente coquetea torpemente? ¿Tu profesor? ¿O ese que esperas en la esquina más profunda de esa barra pequeñita de Apothacary?
            Recibos de Restaurantes. Casi siempre ordenas ensalada para el almuerzo y un bistec casi crudo para la cena. Depredadora. Saludable. No cocinas. Espera. Recibo de Whole Foods. Todo orgánico. Sí cocinas. Pero solo cuando estas en casa. Menuda. Pretendes ser adulta, pero tienes una bolsita llena de chocolates, caramelos y chicles, y una revista People; alma de adolescente.
            No hay una cartera de bolsillo. Quizás la tenias en la mano cuando, despistada y borracha, te olvidaste de tu bolsa esa noche. O tuviste una emergencia. Pero de un bolsillo chiquitico, y con mucha dificultad, saco una tarjeta. Tu nombre, escrito en tu tarjeta de seguro social (que no debes cargar contigo, pero corres el riesgo...quieres perderla...no pertenecer a nada): Alana Haze. Nombre perfecto. Tu nombre.
            Tengo que conocerte. Busco esas curvas y simetrías exactas que te delinean entre las paginas del directorio telefónico en el internet. Solamente una Alana Haze en toda la ciudad. Pues, ¿cómo pueden haber más como tú? 846-637-9361. Te llamo. Oigo la voz robótica de tu contestador. Encontré tu bolsa. Te dejo mi dirección.
            Te espero.
            Oigo el timbre.
-Sí?
Hola, me llamo Alana Haze. Alguien me dejo un mensa...
            Presiono el botón para que subas.
            Pero, tengo dudas. Tu voz no tiene ese timbre juvenil, esa dulzura irresistible que utilizan las jóvenes cuando le hablan a sus padres. No. Suenas agotada. Tu voz como un murmullo, bajo, enronquecido.
            Abro la puerta una pestaña. Tus pasos resuenan por los tacones que debes de estar usando.
            Todavía no te veo. Solamente una sombra marca tu presencia.
            Lentamente asciendes. El punto de tu cabeza se nota entre las barras de hierro. Castaño mate. Dos pasos más. Ojos marrones, coloreados con una sombra verde y ostentosa. Alta. Amazónica de mediana edad.
            Me equivoqué. No eres tú. Antes de que termines de ascender, antes de que veas el voyeur, te cierro la puerta.
            Me equivoqué.
            Empieza a tocar la puerta. Me quedo sentado. Mudo. Me grita que le abra, que tengo su bolsa. Que va a llamar a la policía. 
            Que la llame. Esta no es su bolsa. Es la tuya.
            La amazona destrozada cesa su gritería. Oigo que baja las escaleras.
            Me quedo sentado. Esperándote.

Ficción y no ficción, primavera 2012: Abhi Kanakadandila


Declaración
            En esta vida, me lamento de cada aspecto de mi vida. Me lamento de la calidad de la educación, del hecho que no he llamado a mi abuelita en tres meses, de la forma de mi cuerpo, la salud, y los días que paso con los ojos abiertos mientras lamento mi falta de impacto positivo en el mundo. A pesar de todo esto, hay un lamento que aumenta en significado cada día, especialmente mientras me acerco al matrimonio. Lamento mi punto de vista sobre las mujeres. Toda la vida, siempre he pensado que todas las mujeres eran iguales. Debido a las discusiones recientes con mi novia, ahora me doy cuenta de que es falso. En un esfuerzo de pura reflexión, quiero entender la belleza de cada tipo de mujer que he encontrado en esta ciudad.
El Estudiante
            Esta mujer tiene algo por alcanzar. Pasa noches a solas en la biblioteca estudiando en la biología, lenguaje, filosofía–sin parar. Cada una entiende que esta universidad, una de las más prestigiosas del mundo, no es un lugar para divertirse. Para ellas, esta institución es un vehículo a la puerta del éxito. Por eso, no tienen razón para explorar afuera de las paredes enormes de la biblioteca ni en los confines de su dormitorio. Sus amigos son Sylvia Plath y Jane Austen, no les apetece Gossip Girl y no tienen tiempo para un novio. Para ellas el amor es un tema sobre el que escribir, no desean hallarlo en la vida real. Cuando te veo en la biblioteca, que sepas que te entiendo.
La Parrandera
            Para mí, ella es la persona más fascinante de la ciudad. Las noches que terminan con la madrugada y una pista de sol, la decisión de tomar vodka en vez de agua y el olvido de asistir a la iglesia. Cada noche se sientan en el mismo rincón de un club diferente en el mismo distrito situado en el lado oeste de la ciudad. Al principio, creía que ellas vivían para ser envidiadas y que su única consideración en la vida eran los planes de la noche siguiente. En realidad, pasan las noches pensando en una alternativa. Ellas no quieren divertirse cada segundo de la noche hasta la madrugada. Es obvio a través de un análisis de sus ojos durante el día–negros y agotados. Si tuviera una opción, estarían en cama con un hombre dulce. No creen que puedan, y por eso no tratan cambiar su vida. Cuando te veo en el club, que sepas que te entiendo.
La Novia
            Perfecta.

Para vivir con la verdad, es imprescindible que aprendan que la vida está llena de individualismo. Durante la niñez, hay tantas personas que nos aseguran que “cada mujer es...” o “cada hombre actúa como...” Esta perspectiva funciona bien para un niñito; como adulto no tiene sentido. Si quieren entender el mundo como yo, le insisto en que se quiten esta idea horrible y hagan categorías de individuales. Es un ejercicio que sirve no solamente para beneficiar a los demás, sino también para hallar la paz interior.

Ficción y no ficción, primavera 2012: Peter Lesser


La calidez de las noches frías

            No hay ningún taxi a la vista. Estoy parado en la esquina, nieve ligera cae sobre mis hombros. Pienso que ella está seria esta vez. Ella estaba tan enfadada, y ahora, mientras miro la nieve caer y las ventanas del bar, donde está cálido, la veo en los brazos de otro hombre. Yo no debería haber tomado tanto, y no debería haber dicho la verdad. Pero me he estado sintiendo así por un rato, así que tal vez sea una cosa buena. Un taxi se detiene. Tengo una última mirada a la calidez de la luz dentro del bar y a su sonrisa, y entro en el taxi oscuro.
            Estábamos juntos en el bar. Tomé mi séptimo u octavo whiskey y me dijo algo. Algo pequeño que en la superficie parecía normal, sin embargo sus verdaderas intenciones eran insultarme. Así que le dije que me habría acostado con su mejor amiga, la que estaba detrás de ella, la noche anterior. Me tiró su cerveza a la cara y me dijo que me quedara con mi puta, quien ya está en el taxi conmigo. Pasamos semáforo tras de semáforo. Entonces le digo al conductor que pare. Salgo a la nieve y empiezo a caminar hacia el bar. La otra mujer se quedó en el taxi. Mejor.
            Paso por los cafés, restaurantes y apartamentos que están iluminando las calles frías con luz cálida. Mientras veo a parejas felices, pienso en los años que he pasado con ella, todas las peleas, el viaje a Londres y a París, la primera vez que la conocí y las noches en mi apartamento, cálidas y felices. Mientras estos pensamientos corren por mi cabeza, comienzo a correr también. Corro hacia la luz del bar que dejé hace diez minutos, por el montón de luces que se reflejan en la nieve que ya está dura e implacable, hacia la calidez de ella.

Monday, May 14, 2012

Primavera 2012: Taller de Escritura Creativa en español

Como cada semestre mis estudiantes del curso de escritura creativa insisten en que los hago trabajar demasiado, en que temen no ser lo suficientemente creativos. Como cada semestre consiguen sorprenderme. Y sospecho que hasta logran sorprenderse a ellos mismos que es -según mi experiencia- el momento más placentero de todo acto de creación. Abajo sus textos favoritos:

Primavera 2012: Kristy Lin

Los botones


Algunos días mi abuela no trataba de suicidarse pero el resto yo deseaba que ella lo hiciera. El lunes, el martes pero no el miércoles día de su telenovela; el jueves, el viernes, el sábado (pero no el domingo, el día de descanso). ¡No se preocupen por mí, adiós para siempre! Ella lloraba, a las 2:00 pm, todos los días como si fuera la primera vez. Arañaba la ventana vendada con cinta aislante con las uñas de color carmesí, siempre picadas, la bata raída, siempre detrás, ensayaba el final de una obra de teatro cuyo principio nunca vimos. Mi madre la sacaba de la cornisa, sin apartar la vista de su revista de moda y mientras la distraía con una taza de té y un tranquilizante. A las 2:15 de la tarde iba a darle una serenata al retrato de mi abuelo colgado en la pared de su habitación bailando un vals en círculos mientras la radio sollozaba una ópera tras otra, mientras que nuestro gato se sentaba en el vano, a juzgar.

Era una mujer mediocre, mi abuela. Nunca fue excepcionalmente horrible o extraordinaria, simplemente era. Un ama de casa con un gusto impecable en abrigos de lana y detergentes. Naturalmente, todos sus hijos se mudaron muy lejos, no por odio sino por falta de vínculo, cargando a mi madre con su madre, el destino inevitable de la hija mayor. A mi madre no parecía importarle, excepto por las arrugas bajo los ojos en esos días en que sólo quería leer su revista de moda. Ella simplemente decía que esto era sólo la manera en que la abuela se expresaba. Como resultado la mayoría de los días después de la escuela asistía a la escenificación de los suicidios frustrados de mi abuela. Sin darme cuenta de lo morboso del asunto pero consciente de su singularidad, por alguna razón nunca pude hablar ni moverme, sólo mirar mientras el llanto comenzaba.

Hasta un martes que estaba en silencio. Eran las 2:05 de la tarde y ella estaba todavía ocupada consigo misma. Demasiado feliz, demasiado tranquila. Pero no nos importaba, por fin mi madre podía leer en paz un artículo completo sobre cremas para los ojos. Miré a mi abuela a los ojos y ella me sonrió con picardía. Ven aquí, me indicó con la cabeza y las uñas de color carmesí. Y yo la seguí a su dormitorio. Ella ya estaba hurgando debajo de su cama, y reveló una vieja lata de galletas de té, con olor a canela y pelusa y que traqueteaba musicalmente. Abrió la tapa y para deleite de mis ocho años, apareció un montón de botones de diferentes formas y sabores. Verde, rosa, oro: los había con un agujero, dos agujeros, cuatro agujeros.

Ella comenzó a transferir puñados de la preciosa carga a mis manos y bolsillos, varios cayeron en el proceso y chocaron sordamente contra el piso de madera. ¿Puedes guardarme esto?, me susurró, sus iris nublados en medio de un blanco amarillento. Asentí con la cabeza. ¿Usted se compromete por el alma de su madre que va a cuidar de ellos como si fueran su primogénito? Sí. Satisfecha, continuó la transferencia. Hum, ¿puedo usar la caja para llevarlas? No, usted no está listo para eso. Ok.

Yo terminé de contar y salí de mi cuarto y di un paso sobre algo duro, plano y redondo. Otro botón. Y otro. Y otro ... un rastro de trozos de arco iris que llevaba al cuarto de baño.

Yo abrí la puerta, a la derecha encontré su bata de baño cuidadosamente doblada, su lápiz de labios, su esmalte de uñas, todo delicadamente colocado en fila en el lavabo como en un santuario. Y a la izquierda, allí estaba ella durmiendo sin aliento en la bañera de porcelana blanca, el ataúd más limpio que jamás existió.

Primavera 2012: Chris Howmiller

La colina

Hace muchos años, un poquito después del nacimiento de la tierra, el mundo era un lugar muy diferente de lo que conocemos hoy. Los dioses estaban preparándola para introducir los animales y eventualmente los humanos. Aunque los dioses eran muy poderosos, también eran jovenes. Sabían que necesitaban practicar la gestión de las personas.


Pero no querían “practicar” con humanos, porque los dioses todavía no estaban seguros de cómo serían sus actitudes. Por eso, decidieron dar personalidades a las características del mundo: a todos los mares, árboles. valles y colinas. Los dioses sabían al tiempo que era arriesgado, pero tenían mucha confianza en sus poderes y por eso decidieron tratar su experimento.

No es una tarea facil crear personalidades para una comunidad. Por cierto, los dioses no podían predecir el asunto de trabajo estaban creando para sis mismos.

En el momento después de imbuir los partes de la tierra con la fuerza de vida, los dioses cometieron gran error, pero a casualidad de su juventud, no lo reconocieron immediatamente. Viendo el mundo desde el cielo, los dioses se olvidaron hacer todos los partes de la tierra iguales. De esta distancía, todo parecía casí lo igual, pero tan pronto descubrirían que no era así.

Vale explicar que en esta estapa temprana del mundo, todavía no habían montañas; sólo existían las colinas, porque hoy sabemos que las montañas necisitan tiempo para crecer. Tristemente, las colinas no tenían la paciencia de esperar.

El día segundo de este experimento, la colina más grande le pidió ayuda a los dioses.

“¿Cómo podemos ayudarte, Colina?”

“No es justo. Soy muy pequeña.”

“Pero eres la colina más grande del mundo: puedes ver toda la tierra que te rodea.”

“Sí, es verdad, pero al otro lado está el mar, que es mucho más grande que yo.”

“Sí, Colina, sabemos, pero el papel del mar es muy diferente al tuyo.”

“¡Malditas sean los papeles! El mar hace chistes de mi por mi tamaño. Quiero ser enorme también para que seamos iguales.”

“Cuidado, Colina, la carga de ser tan grande como el mar es pésimo de llevar.”

“La única cosa que es pésima es tu noción de la justicía.”

“Debes pensar en como hablas a los dioses. Aunque te vamos a ayudar esta vez, no siempre será así si no nos respetas.”

“Lo siento. Pero no cambia me situación – necesito ser más grande ahorita. Por favor, ayúdame.”

“Como quieras, pero no debes quejarte luego.”

Los dioses hicieron más grande todas las colinas del mundo – más y más grandes hasta que eran mucho más alta que los árboles, y podían ver toda la tierra. Un día cuando la colina pensaba que casí ha ganado el respeto del mar, todo se volvió mal.

“Hola, Colina, te ves tan pequeña hoy.”

“Dios mio, Mar, nunca me dejes en paz.”

“¿Cómo te puedo dar en paz? Eres un grano en la cara del mundo.”

“¡No me hables así! No tengo que escuchar tus tonterías.”

“Actualmente, sí, tienes que escucharme porque yo cubro setenta por ciento del mundo; no me puedes escapar.”

“Nunca he hecho nada a ti, ¿Porque me torturas así?”

“No sé, es un privilegio de ser lo más grande en el mundo. Fíjate, no puedes hacer nada para escapar de mis bromas, y así es porque lo creo tan cómico.”

La colina empieza a llorar.

“¡Jajajaja, mira a la pequeña niña – no puede tomar una broma! Jajaja…”

“…Por favor, déjame en paz… No quiero sufrir así por toda mi vida.”

“Pues.. Quizás te debes mover.. Ah.. ¡Pero no puedes! ¡Jajajaja!”

La colina no podía soportarlo más, y por eso, vino una vez más a los dioses para conseguir su ayuda.

“¡No puedo sufrir esta maldición más!”

“¿Qué necesitas ahora, Colina?”

“¡El mar no me deja en paz. Ahora que soy grande, el me dice que él es todavía más grande que yo!”

“Es verdad, el mar tendrá que mantener mucha vida en el futuro. ¿Has tratado ignorando los chistes del mar? No valen nada si lo permites.”

“Pero soy muy sensitiva y vana. No lo puedo.”

“Bien.. Te vamos a ayudar, pero no puedes regresar después. Te hemos advertido.”

A pesar de las advertencias de los dioses, la colina todavía quería ser más grande. Por una razón o otra, estaba ciega por su deseo de ser única y destinta por su tamaño, y nadie le podía convencer de otra manera.

Las nuevas colinas eran más altas que todo en el mundo, pero algo muy raro empezó con su creación. Año tras año, los árboles se alejaban de las cimas de estas colinas enormes. Además, cuando los dioses introdujeron los animales y humanos, estas criaturas no querían vivir en las colinas afuera del mundo y por eso se mudaron de las colinas. Poco a poco, toda la vida empezaba salir de las altas de las colinas y sus cimas llegaron a ser lugares muy bellas, pero tranquilos y solitarios.

La colina ha recibido su deseo, pero al mismo tiempo ha creado un problema nueva. No tenía sus amigos de antes, no podía conversar con los animales del bosque o hablar con los nubes mientras pasaban. De su nueva altura, sólo podía mirar hacia abajo al mundo, deseando por la vida simple que haya tenido.”

Desperado en su soledad, la colina fue una vez más a los dioses para pedirles ayuda. Él sabía que los dioses le han advertido, pero no tenía otra opción.

“¿Qué pasa ahora, Colina?”

“Es que estoy muy solitaria, las otras formas de vida no quieren pasar su tiempo conmigo.”

“Sí, es muy solitario en las cimas de las montañas. Te hemos advertido que serían consequencias, pero no nos escuchaste.”

“¿Montañas? ¿Qué es esa mierda?”

“Eres tú.”

“Pero nunca quise ser una montaña, sólo la colina más grande del mundo. ¡Me has engañado!”

“Y ahora eres. No te vamos a ayudar. Lloramos por tu tristeza, pero no te podemos ayudar más. Tienes que vivir con sus decisiones, buenas o malas.”

Aunque crecen un poquito cada día, como la colina originalmente quería, también llegan más y más lejos del resto del mundo. La cruel ironía de la avaricia de la colina ha cambiado el mundo para el resto de la eternidad.

Hoy en día, los dioses lloran por las montañas para mostrar su compasión. Pero la colina todavía no ha hecho sus paces con este engaño, diciendo que nunca perdonará a los dioses por la pena de su vida.

En protesta, las montañas hielan todas las lágrimas de los dioses para guardarlas, atrapadas en las cimas de las montañas.

Primavera 2012: Alex Merritt

Siempre préstale atención a las etiquetas de advertencia


Como todos los jóvenes, Tyler necesitaba la cafeína para hacer algo en su vida diaria. Esta adicción empeoró con el advenimiento de las bebidas energizantes, de todas formas, la cantidad de cafeína que bebía cada día no sorprendía a nadie. Un domingo en abril que no habría tenido ninguna significancia aparte de esto, compró un paquete de seis bebidas energizantes de una marca desconocida. Vio su etiqueta de advertencia: Deséchala inmediatamente si la botella está abierta por más de tres días. Le parecía extraña, y rió. ¿Qué es lo peor que me podría pasar? se preguntó, y nunca volvió a pensar en esta advertencia.

Cada botella contenía dos porciones, pero solamente las bebía una por una. y por eso solía devolver los restos a la nevera. Un día, como siempre había hecho antes, agarró una botella media llena sin mirarla, y acabó sus contenidos.

En ese momento había dos cosas de las que era inconsciente. Primero, esta botella había sido abierto hacía cuatro días. Segundo, la combinación del ácido gástrico y una bebida energizante de esta marca que se ha oxidado por más de setenta y dos horas se convierte en una sustancia química que es idéntica a una feromona potente de murciélago.

De repente oyó un chillido cuya intensidad creció hasta que abrumó sus oídos. El piso bajo sus piernas tembló con más furia que un volcán. Un enjambre de treinta y uno mil cuatrocientos noventa y dos murciélagos hizo añicos las ventanas y luego las puertas y paredes de su apartamento y lo arrastró hacia el cielo. Nadie supo de él nunca más.

No seas temerario. Siempre préstale atención a las etiquetas de advertencia.

Friday, May 11, 2012

Primavera 2012: Johnny Gall

Caer


Siempre vomitaba. Por los nervios. Porque no importaba cuantas veces lo hubiera hecho, cuando él sabía que en unos minutos iba a caer desde el cielo, vomitaba. Y cuando terminaba, saltaba del avión y todo estaba O.K..

Después de vomitar.

El siquiatra recomendó que él se lanzara en paracaídas por su miedo a perder el control. Seguía haciéndolo porque era lo más cercano a volar que él podía alcanzar. Y siempre había querido volar.

Por eso, tres veces por año, saltaba de un avión. Primero miraba al paracaídas. Minuciosamente. Y entonces vomitaba en una bolsa. Y saltaba, miraba las montañas y el mar en la distancia. Y cuando estaba en tierra, vomitaba otra vez.

Pagaba bien, y por eso, el piloto nunca le dio problemas a la hora de revisar el paracaídas o de vomitar en el avión.

Cada vez que una persona se lanza en paracaídas, firma un contrato. Se dice que se entiende que, aunque todo es seguro, siempre hay una posibilidad de que algo salga mal. Que haya un agujero en el paracaídas (una vez de cada 1076). Que el paracaídas no se abra (una vez de cada 543) O que todo funcionara bien, pero el aterrizaje fuera demasiado violento (una vez de cada 26, 825).

Él lo sabía: había firmado muchas veces. Pero, este es el tipo de estadísticas que a veces asegura un desastre. Y por eso, por supuesto, un día, revisó el paracaídas, vomitó y saltó del avión. Sin equipo.

Y cerró sus ojos, esperando por el momento en que aterrizara, más violento de lo normal, contando sus segundos de vida.

Y nada pasó. Pues, caía pero nunca del todo. Cada vez que iba a chocar contra la tierra, cerraba sus ojos, y cuando los abría, ya estaba más alto, cayendo desde cielo otra vez.

Y seguía, para siempre, cayendo del cielo, mirando las montañas de África, los ríos de Europa, los desiertos de Norteamérica, hasta el fin del mundo.

Y de vez en cuando, un niño, mirando al hombre caer desde el cielo más y más rápido, le lanzaba un pedazo de pan, o un poquito de arroz. Y lo comía con mucha hambre.

Pero siempre lo vomitaba.

Primavera 2012: Cody Lipton

Así es la vida


Esta es la historia de una desaparición. Toda la gente en esta ciudad conoce a alguien que ha desaparecido. Pero no te preocupes. No quiero que te pongas triste. Así es la vida aquí. Voy a contarte mi experiencia, pero te juro que no es diferente a la de toda la gente en esta ciudad. Confía en mí.

Hace tiempo, vivía con mis amigos en un apartamento muy lindo, cerca del parque. Teníamos muchos amigos que vivían en nuestro piso, y uno se llamaba Raúl. Cada sábado, salíamos como un grupo de amigos, y nos divertíamos siempre. Algunas veces, discutíamos nuestros secretos, y nos hicimos buenos amigos. Cuando caminábamos por las calles, sólo veíamos a personas caminando como nosotros, y cuando entrábamos en el parque durante la puesta del sol, no había nadie allí. Sólo podíamos ver las ardillas. Era muy tranquilo.

Pero siempre oíamos que había personas que desaparecían, y la gente nos lo decía de una manera muy indiferente. Y no pensábamos mucho en esto hasta un día cuando mi amiga de Wisconsin, Angélica, me visitó. Y como habíamos hecho muchas veces antes, entramos en el parque y sólo ví las ardillas como siempre. Pero ella se quedó inmóvil. Estaba de pie, horrorizada. Le pregunté por qué estaba así, pero no podía hablar.

Después de un rato, ella me dijo que nunca había visto tanto sufrimiento como vio en ese parque en ese momento. Yo no podía entender por qué me dijo esto, y me explicó que había mucha gente sin hogar durmiendo en el parque. Yo no la podía ver. Creía que ella estaba loca. Yo sólo veía las ardillas.

Tal vez ella había visto a los desparecidos. Pero se integraban tan bellamente con los bancos era imposible verlos. No me importaba, de todas formas, porque así es la vida aquí. Estas personas habían desparecido. No importan.

Y un día, desapareció Raúl. Pero, así es la vida aquí. Tal vez si Angélica vuelve, lo pueda encontrar. No me importa. No lo puedo ver como todos los que viven aquí. Tal vez esté con las ardillas. No me importa.

Primavera 2012: Aaron Kransdorf

Llama



Llama, llama negra de rabia,

cuéntame lo que ganas.


Llama burbujeando emociones frías,

lanzas tu tormenta.


Llama tormentosa y venenosa,

congelas el mundo con tus suspiros.


Llama, llama negra de rabia,

que lo que ganes no me concilie.

Primavera 2012: Rachel Harrison

El sol




Sale, y se pone… sale, y se pone…


Y los hombres tachan los días.

Tachan las listas de quehaceres.

Tachan los cumpleaños, los aniversarios, los recitales de los hijos.

Los usan para marcar el tiempo.


Sale, y se pone… sale, y se pone…

Marcan las alturas contra la pared,

Y los miran crecer.

Dos pies, tres pies, cuatro, y cinco.

Los usan para mostrar el desarrollo.



Sale, y se pone… sale, y se pone…

Centran en los ayeres, las mañanas.

Pero se le olvidan del presente y de la luz de hoy.

Con un chasquido de los dedos, un año ha pasado.

El tiempo pasa como agua entre los dedos.

Y todo lo que tienen para capturarlo son tachas y marcas.

Tachas en las listas y marcas contra la pared.

Primavera 2012: Lucy Braid

La Serpiente de Bronce




Enrollada en mi muñeca delicada

Yace una banda de carne metálica



Una serpiente ha hecho un hogar en mi antebrazo



Creada por las manos de una madre joven

Mi tesoro ha viajado desde el sol africano



Ella se desliza en un círculo

Y se agarra a mi cálido piel



Fue dada a luz frente mis ojos

En una choza de barro



Sus escamas son disparejas

Como copos de nieve bronceada



Su cola se enrosca en una bola apretada

Sus imperfecciones no se ocultan



Cada vez que miro mi muñeca de oro

Veo a mi amiga rodeándome con la fuerza de su cuerpo



Sus imperfecciones la hacen perfecta

Sus imperfecciones la hacen mía

Primavera 2012: Joanna Menillo


Sueño



La luna brilla

sobre los árboles.

Mi cuerpo yace encima

de la manta,

y me convierto en uno,

uno con los elementos.

Oigo una voz en la distancia

luchando con las hojas;

cierro los ojos;

me enfoco en los sonidos.



El viento sopla a través

de las ventanas de la nariz.

Ese olor familiar;

se mezcla con el viento tibio

creando un perfume dulce;

me siento cómoda.



Siento un toque,

suave, sensual, sensacional.

Se pone la piel de gallina

arrastrándose arriba,

arriba de mi cuerpo

hasta que me dé cuenta,

de que eres tú.



Tus labios rozan

los míos

y gozo tu beso efímero.

Abro mis ojos para

encontrar tu abrazo

pero ya me dejaste.

Primavera 2012: Margot Louthan

La playa

El mar es como un espejo para el sol

Cuando desciende bajo el horizonte,

La brisa suave aumenta prontamente

Bajo los nubes durante el arrebol.



Desde hace seis horas tengo control

De las olas que ando graciosamente;

Cada vez espero pacientemente

Por la ola que es tan alto como un árbol.



En cada verano el sol se queda por

Más horas en el cielo; así me encanta

Que tenga más tiempo con la luz y ardor.



Ahora el cielo es una oscura manta,

Y me obligo a irme, pero sé que el color

Viene cuando mañana se presenta.

Thursday, January 19, 2012

Ana Sophia Radolinski

Agua sucia

Una vez después de unas cervezas, uno de los Sargentos me dijo que nadie nos agradece nada hasta que nos necesita. Después de todo lo que ha pasado en esta última semana entiendo lo que dijo. Por lo general es porque somos militares pero no participamos en guerras. No somos héroes glorificados, luchando por la patria. Desde 1790 solo un miembro ha recibido el Premio de Honor. No tenemos grandes pistolas ni bombas poderosas. Somos algo diferente. Protegemos la humanidad. Salvamos la humanidad. Pero cómo puedes elegir entre la gente. Me alisto en la Guardia Costera para proteger a la gente, para salvar a la gente. Nadie me había contado el otro aspecto de todo esto. No estoy listo para jugar a ser Dios.
Nunca olvidaré el agua sucia y oscura, cubriendo aquellos barrios. El sonido vibrante de las palas del helicóptero girando sincronizadamente con los latidos de mi corazón. Y la gente, cómo se puede describir a la gente en los tejados, en los árboles, sobre barcos creados por escombros. Cada persona revelando su miseria, buscando maneras de sobrevivir, sufriendo. Pero en aquel momento cuando oyeron las palas, y giraron para ver lo que venía transformó sus expresiones. Me imagino que cuando vieron la insignia “US COAST GUARD” en blanco, azul y naranja, fue un momento de incredulidad. Ví en sus caras, en sus voces gritando, en sus brazos saludando, una mezcla de desesperación y esperanza. Como déjá vu volamos sobre Nueva Orleans buscando gente, regresamos a los campos de refugiados y salimos de nuevo. Mientras hubiera gente que nos necesitara, no teníamos planes de parar. Horas tras horas viendo aquella desesperación y esperanza.
El sol fue cambiando de color como solo hace sobre el océano. Aterrizamos en el tejado de una gasolinera. Dos familias estaban en la esquina de aquel edifico. Unos niños tirando piedras al agua. Una de las madres agarrando unos marcos y una caja de joyas familiares.
-Solo tengo espacio para cinco. Dame los niños. Las madres.
Bajo su desesperación apareció la duda. Para gente acostumbrada a dudar de la autoridad, después de 36 horas en el tejado de la gasolinera la poca fe que tenían antes no había sobrevivido.
-Regresaré. Los hombres deben esperar aquí. Volveremos. Te lo juro.
No tenía tiempo para convencerlos. De tener más tiempo explicaría que mi trabajo era más que eso. Es mi vida. Siempre recuerdo lo que nos dijeron al principio; en el campamiento de entrenamiento: estás alistado en el servicio de salvavidas, cada segundo que malgastas alguien puede morir. Mi dedicación venia de un lugar puro y inocente (pero lo más fuerte que conozco) de servir algo más de mi humanidad. Ni puedo explicarlo a mí mismo. Lo único que sé es que es algo que necesito hacer cada día. Me levanto por las mañanas para ello y me acuesto por la noche sabiendo que he cumplido la misión. Son sentimientos demasiados complejos y abstractos para expresarlos con solo unos segundos. Ojalá tuviera más tiempo.
Para el crepúsculo volábamos para la gasolinera. La luz magnífica sobre el petróleo y los químicos en el agua: la llanura de agua como un arco iris grotesco.
-Vete para la derecha. Están dormidos allí.
Mientras bajábamos el sentimiento inquieto en mi estómago se hacía más profundo. Bajaba del helicóptero y me acercaba a los dos hombres. A diez metros ya podía ver la sangre desplegándose sobre las piedras finas cubriendo el tejado.
Robados y muertos a manos de unos ladrones. ¿Habría sido unos segundos malgastados? Cómo podía saber que cuando regresáramos treinta minutos después estarían muertos.
De los cientos de gente que mi equipo salvó aquel día solo pienso en los perdidos. Después de todos los agradecimientos y los abrazos y las caras llenas de gratitud lo más claro de la memoria es el momento en que elegí dejarlos atrás sin protección, el momento en que por mis decisiones terminaron su cuento, el momento en el cual tras el crepúsculo veía desde el helicóptero sus cuerpos en el tejado de la gasolinera, rodeado por el agua oscura, llena de pesadumbre.

Margaret Pichardo

Adolescencia

Es esa hora del día cuando las diminutas células comienzan a desparramase por las venas que delinean su cuerpo, recorren sus ojos, el cuello, incrementando la sensibilidad que algún día permitirá el gozo, rastrean también su pecho y esos pequeños senos que tratan de alcanzar su plenitud, baja por su abdomen circulando el ombligo y deslizándose hasta llegar al pubis, allí ejerciendo su mayor efecto. Con los ojos cerrados y bajo la ducha ella recorre su cuerpo con manos temblorosas colonizando cada pulgada de su piel, descubriendo lunares ocultos y sensaciones que extranjeras. Abre los ojos y el agua los ahoga, escucha la voz de su madre muy lejana llamando, sin embargo no se mueve, paralítica por el éxtasis que controla su cuerpo, más bien esa región por donde sus dedos se van deslizando y que le impide mover músculo alguno. El tiempo se detiene, el corazón palpita veloz, y las mariposas en su estomago casi como cólicos le dicen que ha llegado al punto de que tanto escucho hablar, el sector que su madre nunca menciona por que es pecado, que la hace enrojecer cuando sabe de que sus amigas están hablando. Esa mañana una palpitación extrañaba fuera de la que conocemos comúnmente le llamó la atención. Creía tener alguna idea de que era porque ya en la escuela la tenían saturada con el tema de la pubertad, los cambios hormonales, esos cosquilleos que podrían sentir al tocar ciertas partes, al ver ciertas cosas, pensó que talvez era eso que sentía. Unas cosquillitas que hormigueaban por su cuello y las yemas de sus dedos y se esparcían como plaga por su abdomen, sus pies, y esas áreas extrañas y sensibles detrás de las rodillas y delante del codo. Todo porque el chico que tanto le gusta le dio su primer beso francés aquella tarde. Fue una sensación extraña pero a la vez placentera. Sentir un órgano extraño dentro de ti, acariciarlo y a la vez sentir un poco de asco, pero no poder decir que no te gusta porque sabes que quedarías mal enfrente de él y tu amigas, pensó mientras el chiquillo la besaba. Se propuso investigar más sobre el acto de besar, lo que la llevó a una series de imágenes nunca esperadas pero que despertaron cosas imaginables. Y ahí está, el agua recorriendo su cuerpo, la fabrica de hormonas enloquecida sin imaginar el gran trabajo que le espera con esta chiquilla. Ella, en ese instante cuando la mente se te vuela y pierdes el conocimiento por unos milisegundo, y los diminutos espasmos se apoderan de sus piernas logran penetrar sus cuerdas vocales y un pequeño gemido se le escapa. De repente, abre los ojos y mira hacia su abajo, enrojecida saca sus deditos y se queda por un largo rato pensando si es pecado sentir lo que ha sentido.
Ana Sophia Radolinski

El hoyo de arena

-Llevamos horas caminando. No sé cuánto más puedo soportar.
-Ánimo. Siempre hay esperanza.
-Si tú lo dices. ¿De verdad crees que podemos llegar?
- Bueno en nuestra condición nunca se sabe.
-¿Queda más agua?
-No. Ya no.
-Vaya por dios. ¿Qué vamos a hacer?
-Una vez vi en un programa de la tele un hombre bebiendo su propia orina para sobrevivir.
-Qué asco. Me moriría antes de hacerlo.
-¿Y si no hay opción?
Su pregunta reverberaba por la arena. Ni siquiera había arboles, aunque el aire caliente subiendo hacia el cielo le dio la impresión de caminar por un bosque denso. Ante un desierto así, la esperanza no tenía suficiente fuerza para luchar por mucho tiempo. En la expresión de su compañero, vio la desesperación que sentía pero no quería, o no podía, admitir. Una ráfaga de viento lleno de balas doradas lo atacó y dejo de caminar. Al abrir los ojos, lo vio. Con asombro, empezó a correr.
-¡Venga! ¡Corre! Ya lo veo.
-Ya sabes que no puedo correr con mi pierna así. Vete. Te estoy siguiendo. Después de unos segundos, llegó jadeando a la fortaleza. En frente del general, saludó.
-General, no se puedo expresar cuánto me alegro de verlo.
-Siento lo mismo soldado. Pero, por cierto, qué triste que no hayas podido regresar con nadie más. Debe haber sido una batalla sangrienta.
Con pánico, el soldado buscó el horizonte pero sólo encontró un yermo inmenso.

Xavier Andres Winslow

El dios de los judíos estaba haciendo una campana contra los dioses de Egipto. En el mundo de los humanos, las plagas habían sido sueltes, mientras en los pasillos dorados de la tierra del este, donde los dioses paganos de Egipto reinaban en majestad, los ejércitos del dios de los judíos peleaban contra las almas de los faraones antiguos. Los pasillos estaban llenos de los gritos de inmortales, dioses y arcángeles cayendo a todos lados. Llamas explotaban de los cuerpos de los inmortales, y en la tierra, los humanos miraban así al cielo, donde relámpagos en colores desconocidos a ojos mortales tronaban. En el cuarto de tronos, los trece dioses egipcios más poderosos se congregaran para la última confrontación entre ellos y el dios de los judíos. Mientras los dioses minores se sacrificaban luchando contra el dios y sus ángeles, los trece habían empezado una gran transferencia, lo cual nunca se había intentado en los anos incontables de existencia. Las puertas del cuarto de tronos, grabada con imágenes de los triunfos de los dioses de Egipto, fueron tiradas por dentro, y una luz insondable se apareció. Al último momento posible, los trece dioses destruyeron sus cuerpos inmortales, mandando sus espíritus a la tierra, entrando y cambiando los cuerpos de trece humanos normales. Los cuerpos de esos pobres inocentes se hicieron como mármol, duro y perfecto. Donde antes habían sido coloreados los ojos, se cambiaron a puros negros. Solo los cuerpos que habían sido feos, se cambiaron en rostros de belleza terrible y desconocida. Esa noche, entre los gritos de madres egipcias que habían perdido el mayor hijo, entre los fuegos y ríos de sangre, nacieron el género vampiro.
El presente
Tyler Latifi abrió un lentamente, tratando de no vomitar con el movimiento minúsculo. Alado de él, un cuerpo desnudo estaba acostado. Tyler se levanto con cautela, y se cruzo a la chimenea de mármol. Cogiendo uno botella abierta de vodka, tomo un trago profundo.
“que desayuno” pensó Tyler, tomando otro trago profundo. Todavía cargando la botella empezó a dar una caminada por los cuartos del suite donde se estaba quedando esa semana. Los cuartos estaban totalmente destruidos. Las alfombras, los mueblas, todo era un verdadero desmadre. La tele la habían arrancado de la pared, y se parecía que alguien había prendido un pequeño fuego en una esquina de la sala. Tyler no se recordaba de nada de lo que había pasado la noche anterior. Regresando a la recamara, le dio una mirada al cuerpo inerte, pensando por un momento que la chica estaba muerta. Fue recompensado por su preocupación cuando la chica desnuda empezó a toser violentamente y vomito alado de la cama. Riéndose, Tyler se metió a la ducha para quitarse la suciedad de la noche.
Hoyo su teléfono timbrar, pero no lo alcanzo. Al marcar su voicemail, oyó la voz insoportable de su madrastra. Porque su padre se había casado con una bruja como ella, nunca lo entenderá.
“Tyler, porque nunca contestas! Oye, mañana es la cena con el presidente, y tu padre y yo ordenamos que asistas. Es necesario que los paparazzi tomen fotos de las dos familias completas, para fomentar la imagen de la unidad familiar. Si no te apareces, no recibirás un centavo más! Te lo juro. Y ponte algo decente, siempre te ves como un junkie.” Clic.
Pendeja, pensó Tyler. No me puede tocar mi dinero. Tengo mejores abogados que ella o mi padre.
Prendiendo un cigarrillo, aspiro profundamente, y empezó a buscar algo que ponerse. Poniéndose unos jeans y una chaqueta de tuxedo un poco arrugada. Ni parando para meterse zapatos o ponerse una camisa, abandono la suite de hotel, cargando nada pero la botella de vodka, ahora un poco reducida, y sus cigarrillos. En el lobby, entre las miradas de los clientes ricos y conservadores, fue y cogió sus llaves del concierge. Prácticamente se tiro detrás del timón de su lambourghini, aventando su botella de vodka en el asiento de pasajero. Arrancando súbitamente, empezó a manejar al aeropuerto. Usando una mano marco a su pilota.
“Dimitri, empieza los procedimientos, llego en veinte minutos y quiero estar en el aire en treinta. Ya me canse de los ángeles. Vamos a Nueva York. Se me antoja un clima más frío.” Con eso aventó el teléfono, y cogió un cigarrillo. Titubeando con el encendedor, se paso un alto y casi se llevo de encuentro otro caro. Inhalando profundamente, alcanzo la botella de vodka y tomo un trago profundo. Ya era tiempo para dejar esta ciudad.
Entre las torres inmensas de Manhattan, existe un edificio parecido a los otros, excepto una diferencia. Enzima de él, extendiendo así al cielo, hay un pirámide construido totalmente de vidrio. En este edificio, deseos negros se hacen realidad. En esta torre de muerte, los seres malignos, tomadores de sangre, existen y se divierten, empleando como su estadio todo la cuidad.
Tyler se estaba vistiendo para una fiesta. Habían aterrizado hace unas pocas horas. Había tomado un lunch lujoso en uno de sus restoranes preferidos en el upper west side con un diseñador famoso. Había tomado mucho champagne en lunch, y había tenido que tomar una siesta. Se había despertado cuando su teléfono timbro. Uno de sus amigos le había mandado un mensaje con la locación de una fiesta buenísima. Tyler se miro en un espejo el tamaño de la pared. Atrás del, en la reflexión, las luces eternas de la cuidad pulsaban, setenta pisos debajo del. La noche acababa de oscurecer, y el cielo todavía tenía un toque de morado. Tyler admiro su reflexión, el cuerpo, flaco por drogas y por descuido, su pelo, rubio y despeinado. Andaba una cadena hecha de puros diamantes, y se había vestido todo de negro. Soplando humo de su cigarrillo, tomo otro trago de champagne, para currar los últimos vestigios de resaca que le quedaban de su lunch. Cruzando a una mesa hecha de espejos, corto otra línea de cocaína y la esnifo. Sonriendo, prendió otro cigarrillo y cogió el teléfono. Marco al concierge, y le pidió tener un caro listo para él a las doce y media de la noche. Miro a su reloj, oro con diamantes. Tenía todavía una hora antes de irse. Sonriendo, le marco de nuevo al concierge.
“me hace otro favor? Mándeme unas muchachas. Estoy un poco aburrido. Y cambia el carro para la una de la madrugada. Gracias.”
A la una, Tyler, vestido de nuevo, se salió de su suite y bajo al lobby. Estaba parado debajo de el toldo metal inmenso del hotel, esperando su carro, y estaba lloviendo. A Tyler, le encantaba la cuidad cuando llovía. A su modo de ver, Manhattan no se veía bien en tiempo de sol. Era una ciudad de noche, de luces artificiales. Fue sacado de su ensueño cuando el chauffeur le abrió la puerta del mercedes negro. Tyler le dio las gracias, y se metió.
El mercedes se metió a la línea larga que estaba enfrente del hotel Standard. Paparazzi estaban a cada lado de dos puertas altas en el lado del hotel. Detrás de la cuerda de terciopelo, Un hombre inmenso y una chica delgada chequeaban los nombres de la gente en la línea, asegurándose que estaban en la lista para la fiesta de esa noche. A la mayoridad de la gente no las dejaban entrar. Cuando el mercedes de Tyler se acerco a la puerta, un hombre le abrió la puerta y lo reconoció inmediatamente.
“señor latifi. Que gusto de verlo de nuevo. Por favor sigue me.” Escoltado por el hombre, Tyler pasó a toda la gente esperando en la línea inmensa, y fue llevado directo a la puerta. La chica encargada con la lista le dio un beso en el cachete, y lo dejo pasar. Tyler se metió a un elevador de carga pintado negro. Prendió un cigarrillo mientras el elevador subió al dieciocho piso. Cuando las puertas industriales se abrieron, Tyler fue asaltado por la música fuertísima. El disco estaba totalmente llena, la gente empujándose hasta que estaban aplastados contra las ventanas que eran del suelo al techo. Afuera, todo el Hudson y Jersey eran visibles. En medio de el piso, una piscina pequeña estaba llena de gente joven, muchos de ellos en varios estados de desnudes. Arriba de ellos, una pelota inmensa de disco daba revoluciones lentas, tirando rayos de luz blanca y rojo en las paredes negras. Tyler sonrió y cogió una botella de vodka que estaba en una mesa. Tomando profundamente, se acerco a la piscina, y quitándose todo menos sus calzoncillos, se tiro adentro.
Había perdido todo sentido de tiempo. Había estado bailando por horas, había tomado una cantidad espantante, y había terminado toda su cocaína. Verdaderamente, se le había terminado cuando se le cayó en la piscina. Totalmente tronado, borracho, estaba a punto de irse de la discoteca cuanto vio una mujer rubio más bella que todas las modelos que estaban en la disco. Su presencia era etérea, su pello brillaba. Se le acerco y le dio una sonrisa. Si no hubiera estado tan borracho, tal vez se hubiera fijado que la sonrisa de la chica bella no era totalmente natural, que los ojos, cuando la luz los cachaba de una manera, brillaban como los ojos de un gato. Su piel era muy perfecta, y no registraba ni uno emoción en su cara. Tyler se sintió marreado, perdido en sus ojos. No podía captar lo que le estaba pasando, y vagamente pensó que otra vez alguien le había metido algo en su trago. Antes de perder el conocimiento, lo último que vio fue la sonrisa de la belleza, terrible en su desnaturaliza.
Regreso al conocimiento en dolor terrible. Todo su cuerpo estaba en fuego. Con la luz débil, podía ver que su cuerpo estaba cubierto en suciedad y moretes. Su cuello le dolía más que todo. Levantando su mano así a su cuello, vio que le estaba sangro lentamente. En un pánico, trato de levantarse, pero sus piernas no lo soportaban. Empezó a gritar. Grito para lo que para él fue una eternidad. Al fin, escucho que alguien estaba llegando. Al abrir la puerta, tuvo que cubrir sus ojos de la luz intensa que entraba por el pasillo. Al fin, pudo ver que el otro ocupante del cuarto era la misma mujer que había visto en la discoteca.
“que me has hecho puta?” le grito. “sabes quién soy? Quien es mi padre? Están jodidos, tu y todos tus compatriotas. Si es dinero que quieren, pudiera comprar a vender mil de ustedes. Se los pagare, pero no creas que vivirás para disfrutarlo pendeja.”
Sonriendo, la mujer se acerco. “oye, querido, como me entretienes. Sabes, que si no fuera por una gota de sangre ancestral, tu cuerpo estuviera debajo del Hudson ahorita. Si uno de los antiguos no hubiera olido tu sangre pura, te hubiera devorado como el bocadillo que eres.”
Totalmente confuso, Tyler se quedo mudo, viendo a la mujer, convertida en diabla. Sus ojos eran totalmente negros, su boca distendida por los dientes carnívoros. Atrás de ella, otros estaban entrando en el cuarto.
“que quieren conmigo?”
“yo. Nada. Ya me comí a otro. Pero ellos piensan que eres especial. Que eres parte de su profecía antigua. A mí no me importan cosas así. Pero la palabra de los antiguos es ley, entonces te dejo en su cargo cariño. Con eso, dio la vuelta y se fue. Tyler quedo viendo a los que estaban entrando al cuarto. En una parte remota de su mente, la parte no totalmente consumida por terror, conto doce individuos en su cuartito. Una mujer con pelo negro lustroso se le acerco.
“disculpa por Nadia, es un poco impetuosa. Permíteme de introducirnos. Somos los doce, pronto los trece, y estamos honorados de haberte encontrado. Si me permites explicar: Nadia estaba a punto de disfrutar tu sangre sabrosa cuando pase por su recamara. Nosotros tenemos un sentido de olor incomparable. Y tú, me querido humano, huelles exactamente como alguien que nosotros pensábamos perdido por eternidad.”
“pero que dices vieja? No sé de lo que me hablas. Quienes son ustedes? Que quieren conmigo? Pagare lo que deseen, nada más por favor. Por favor déjenme ir!”
“Eres tan ignorante que no entiendes lo que somos?!” dando la vuelta, dijo algo muy rápido para entender, y entro un hombre arrastrando una niña pequeña de cinco o seis anos. Ni parpadeando, la mujer agarro a la niña y le rompió la garganta con sus dientes. Entre los gritos de Tyler, le tomo toda la sangre a la pequeña niña y aventó su cadáver en la escina del cuarto. Limpiándose los labios delicadamente con un pañuelo de seda, le di una sonrisa a Tyler, que estaba llorando.
“ahora lo captas, creo. Muy bien. Prepárate, mentalmente. La próxima noche, ceras uno de nosotros”
“pero porque?” lloro Tyler
“porque? porque en tu sangre esta codificado la esencia de nuestro hermano, perdido por todos estos milenios. Porque finalmente vamos a llenar la profecía anciana y tomar nuestra venganza. Estas cosas no entiendes, pero lo que se que si puedes entender es que te estoy ofreciendo juventud eterna, sin preocupación de enfermedad. Más dinero que aunque tú te pudieras imaginar. Más poder que tu padre patético. Más poder que todos los líderes del mundo. Te prometo, lo disfrutaras. Que dices?”
“puedo tener un cigarrillo?”
Sonrió la mujer. “nos vemos la próxima noche. Va haber una fiesta que nunca te la olvidaras.”
Tyler fue despertado por dos sirvientas humanos. Le tomo un instante para fijarse que eran gemelos.
“Señor, por favor nos sigues? Tenemos que presentarlo al cuidador del vestuario.”
Lentamente, Tyler siguió a los dos gemelos. Se salieron del cuarto en un pasillo muy lujoso, con ventanas grandísimas. Por un lado, Tyler podía ver central park. Por el otro lado, las torres de Manhattan brillaban. Llevaron a Tyler a un cuarto inmenso dominado por varios armarios antiguos. Un hombre viejísimo, vestido en una vestidura de lana. Le hizo una reverencia a Tyler.
“si me permite, Señor, tengo que vestirlo para la ceremonia de esta noche. Hay algo que necesita?”
Aunque no había probado alimento por días. Lo único que Tyler le pidió era un cigarrillo. Agradeciendo al viejo cuando se lo dio, Tyler lo prendió y por la primera vez en días sonrió.
“bueno pues hombre,” dijo Tyler, soplando humo, “vísteme. No creo que tengo ninguna opción”
“no, mi señor, no creo que tiene”
“es verdad lo que me conto esa diabla? Que todos ustedes son vampiros?”
“yo no lo soy señor. Ese honor nunca me lo concedieron. Pero tengo el honor de vestir a los antiguos por todas las ceremonias. Y esta ceremonia nunca ha sido duplicada. Estoy verdaderamente honorado de poder vestir al decimotercero antiguo. Ahora si me permite bañarlo.”
Cuando había terminado de bañar a Tyler, saco varias cajas de Madera ancianas. Primero, saco unos pantalones negros de \terciopelo. Encima de eso, le puso una faja hecha totalmente de plata, con la lengua enfrente típica de los faraones de Egipto. Después, le puso a Tyler un collar enorme de jemas y plata. Encima de todo le puso una vestidura ceremonial hecha de hilo de plata. Después le pinto la piel a Tyler con pintura plateada, y los ojos con pintura negra. Al verse en el espejo, Tyler dio un suspiro. Se veía como una de las pinturas en los templos de Egipto. El sirviente anciano hizo otra reverencia, y llevo a Tyler por otro pasillo, esta, alumbrado totalmente por candelas. Entraron en un cuarto inmenso, en forma de pirámide, construido totalmente de vidrio. Afuera, todo Manhattan se extendía debajo de ellos, brillando. En el piso de mármol, sienes de sillas estaban llenadas por gente misteriosa y bella, terrible en sus trajes antiguos. En el medio del piso había un altar hecho totalmente de plata, grabada con escenarios terribles. Atrás del altar estaban los doce antiguos. Alado de ellos había in hombre inmenso desnudo, deteniendo un bastón grande hecho de vidrio alado de un gong. A un señal silencio, el hombre quebró el bastón contra el gong, y los doce empezaron a bailar, cortándose los pies en el vidrio roto. Continuaron su baile macabro, hasta que un cáliz de plata estaba llena de su sangre. La mujer llevo a Tyler por la mano, y lo acostó en el altar. Uno por uno, los doce le tomaron la sangre. Cada vez que estaba a punto de morir, la mujer traílla la cáliz, y forzaba a Tyler tomar. Cuando este proceso había sido repetido doce veces, la mujer cubrió a Tyler con tela negra. En el altar, Tyler empezó a gritar. Su cuerpo estaba lleno de hielo y fuego. Sintió mil espinas en sus venas, las espinas se fueron una por una a su Corazón, donde se colectaron. Sintió cuando su cuerpo murió, cuando su Corazón paro de palpitar. Dio un grito más, y fue silencio.
Tyler se levanto y miro el mundo con sus nuevos ojos. Era indescriptible. Las estatuas se movían y después eran tranquilas. Varios pisos debajo del, con sus nuevos hoyidos, oyó a un ratón correr en terror adentro de las paredes y sintió cuando fue matado por una trampa. Vio a una mesa a cien metros, y podía ver los pétales de la rosa encima de la mesa muriendo, los pétales cambiando de blanco a café una molécula por molécula. Podía ver el proceso de pudrirse que le estaba pasando a la flor. Podía ver este mismo proceso en los humanos presentes en el templo, y realizo, con certitud, que él ya no era humano, y no le importaba.
Dio una sonrisa y dijo “tengo hambre”. Le presentaron un niño, tal vez más joven que la niña que había visto matado ayer en su cuarto. Cogió el niño por su cuello, y le rompió la garganta. Nunca en su vida mortal había sentido un sabor mas delicioso ninguna droga le había dado en las mismas sensaciones, el mismo gusto. Sintió cuando el corazón del niño paro. Sintió la última gota de sangre pasar por sus labios. Aventó el cadáver del niño como una muñeca, y dio la vuelta para ver a los antiguos.
Sonrió y les dijo “mas”.

Anita Burgos

Pastillas azules y amarillas

Llego a la casa agobiada hasta los dedos de los pies. Otra noche perdida en la oficina. Aunque mi estómago arde de hambre no tengo ánimo para ponerme a cocinar, ni siquiera para marcar el numero de teléfono para que me traigan un lo mein con vegetales. Arrastrando los pies en el piso de madera como si fuera arena camino lentamente hacia mi recámara. Sé que ahí encontraré mi alivio. Me tiro en mi cama, las almohadas son mi refugio. Las sabanas encuevan mi cuerpo. Casi me voy a dormir cuando recuerdo el detalle definitivo. Extiendo la mano hacia mi mesa de noche y abro la gaveta, arropando mis manos alrededor de una botellita, una pastilla azul aparece en mi mano izquierda. Me la tomo seca sin agua para no diluir su efecto. Trago y cierro los ojos.

El calor en mis párpados me fuerza a abrir los ojos. Me doy cuenta que estoy en una playa vacía. Estoy acostada en la arena y la brisa suelta partículas de arena que se han perdido en mi cabello. Pienso que maravilla sería tener un piña colada para acompañar este paisaje. En ese momento los receptores de sabor en mi lengua empiezan a reconocer la piña y el coco.

Me despierto serena, tal como lo ha garantizado mi pastillita. Me preparo para ir al trabajo pero me sigue molestando mi perro para que lo saque a caminar. Veo que solo tengo una hora para estar en el trabajo. Le tiro una pastilla en su cacharro de agua y acelero hacia el trabajo.

Me saluda el silencio cuando llego a la casa. El perro todavía esta dormido. Será la ultima vez que le doy de mis pastillas. Después de preparar cena e intentar leer un libro me siento al lado de mi ventana. Ahora recuerdo porque me encanta el trabajo. Me aburro de la vida casera. Trato de recordar la última vez que me divertí. En la playa con mi piña colada, en un café con asientos en el patio que vende mi café favorito, subiendo un monte lejano de la ciudad, y en las manos de Miguel. Tropiezo con mis zapatos mientras corro hacia mis pastillitas. Cojo una del pote amarillo nombrado “alegría”.

Me encuentro en una calle llena de gente. Tocan las bocinas de los carros y salgo del medio para que no me atropellen. Me siento relajada entre tanto ruido y tantas vidas extrañas. También el ruido me hace aprovechar el encuentro de un rincón silencioso. Entro a mi café favorito. Me siento en el jardín al lado de la planta de jazmín y por un momento dejo que me arrope el aroma de la flor con el café. Subo la taza de café hacía mis labios y cierro los ojos para apagar uno de mis sentidos esperando que me deje disfrutar el café aun más. Pero cuando abro los ojos de nuevo, me llena la oscuridad de mi cuarto vacío. Entra una brisa por la ventana abierta y dejo que me enfrié y me haga temblar para así sentir algo.

El día siguiente me paso el día pensando en mis pastillas. Hasta el trabajo me esta empezando a aburrir. Abro la puerta de mi apartamento y voy enseguida a mi cuarto. Hoy tomo dos pastillas amarillas para potenciar el efecto. No quiero despertar hasta que termine.

Todo ha aumentado como resultado de mi doble dosis. El azul claro del cielo es tan intenso que lo siento por todo mi cuerpo. Siento azul en mis dedos y en mis papilas gustativas. Los colores ya no son definidos y se han convertido en una fusión. Al tocar un objeto se me embarran las manos. Brinco en el agua y salgo color turquí. Se puede ver cada hebra de la grama individualmente y hasta cada hormiga que le camina por encima. El panorama desde la montaña revela la vastedad pero insignificancia de mi cuidad. Se puede ver tanto más allá que ella. Otras ciudades con habitantes y preocupaciones ajenas. Miguel aparece detrás de mi con su cámara digital.

Me levanto con desilusión. Apenas había llegado Miguel y me tuve que levantar. En el trabajo, me quedo callada. La vida no se compara con la vida de las pastillas. Antes de que el sol se acueste ya estoy en mi recamara con las pastillas. Me tomo dos. Cierro los ojos y veo mi recamara. No hay café, ni gente, ni montañas. Mezclo la azul con la amarilla. Mi ventana, mis sabanas, pero nada más. Dos azules con dos amarillas. Me encuentro en la playa con Miguel. Giro y me pierdo en un vértigo cerúleo y dorado. Siento las horas pasar con cada choque de las olas del mar. De repente siento una perturbación. Una voz lejana de mi conciencia me dice que son las ocho de la mañana. Trato de abrir los ojos, no puedo. Trato de decírselo a Miguel, no me oye. Solo me sonríe y me ofrece más café. Corro hacía el borde de la isla pero me secuestran las aguas. Grito.