La Vida de Emilio
Emilio iba a trabajar a la biblioteca cada día. Salía de su casa a las cinco y veinticuatro de la mañana. Caminaba veintiuno minutos en la oscuridad a la estación. Se sentaba debajo del tercer farol y esperaba el tren. Aquí, en los catorce minutos sentado, él comía una manzana roja y cada vez que llegaba al corazón de la manzana, recordaba que alguien le había dicho que las pepitas tienen arsénico. Después de este pensamiento, tragaba cada pepita como una pastilla.
Cuando el tren llegaba, se sentaba en fondo del penúltimo vagón. Nunca había otras personas en el tren y le gustaba el silencio. No sabía mucho sobre sí mismo, pero sabía que le gustaba el silencio.
La biblioteca abría cuando él llegaba y cerraba cuando él salía. Por eso, la biblioteca estaba abierta por más horas que todas las bibliotecas en el área, pero en ese pueblo nadie sabía leer y por eso, él era el único patrón. Cada día tenía la intención de leer los libros pero nunca tenía el tiempo. Tenía que limpiar y ordenar los libros porque a veces niños del pueblo forzaban la entrada y tiraban los libros.
Un día estaba comiendo su manzana cuando una mujer se sentó debajo del segundo farol. Le sonrío a él y después comenzó a leer su libro rojo. Cuando el tren llegó, él fue al mismo vagón como siempre y ella fue al vagón antepenúltimo. La miró durante el viaje y decidió que ella era francesa. Había leído suficientes libros sobre París, y todos describían mujeres como ella. Cuando llegó a la biblioteca, ignoró el desorden y inmediatamente buscó libros de francés. Empezó a aprender. Le gustaba el sentido de las letras en su lengua.
El próximo mañana, él olvidó a comer la manzana y solamente buscó a la mujer francesa. Aunque el tren llegó y ella no, fue al biblioteca contento. Él no sabía mucho francés y ahora tenía más tiempo para practicar. Y él sí practicó, caminando alrededor de los libros, y hablando al aire polvoriento como si fuera el cuerpo de ella. Al principio, susurraba pero eventualmente, su voz llenó la biblioteca.
Cuando ella no vino por dos días, él decidió que ella solamente tomaba el tren un día a la semana. Este pensamiento lo puso muy contento porque tenía muchísimo tiempo para perfeccionar el francés. Y cuando habían pasado dos meses, se puso muy feliz porque decidió que ella regresaría en diez meses--un año después.
Durante el tiempo de espera olvidó tragar las pepitas y salía de la biblioteca temprano para ver películas francesas. Descubrió que no le gustaba el silencio tanto como pensaba antes.
Cinco meses después del primer día que la vio a ella, él estaba sentado esperando el tren leyendo, cuando vio una mujer con un libro rojo. Era ella. Ella le sonrió como antes. Pero el corazón de él le pesaba. No quería hablar con ella, no quería terminar los estudios, no quería regresar a su vida de antes.
Cuando el tren llegó ella fue al vagón antepenúltimo como antes y lo miró al él. Pero Emilio fue a su vagón como siempre y durante el viaje, practicó el francés para impresionar a la mujer de sus sueños.
Monday, May 11, 2009
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