Kondrashova está dominada por un agudo apetito lingüístico y una imaginación que consigue un equilibrio entre lo atrevido y lo exquisito. Rechaza el terreno seguro del lugar común y consigue arrastrar al lector en su riesgosa exploración de la realidad.
Hilda y yo
Su teléfono celular timbró.
“Sí, sí claro.” Pausa. “Ya te lo expliqué muchas veces que regreso a las cinco, todavía estoy en la estación esperando a mi tren.” Pausa. “Ay, Hilda, yo sé. Me vuelves loco con tus preguntas mujer, en serio. Tengo que irme. Te llamo del tren.”
El hombre se acercó a la ventanilla para comprar un boleto para regresar al infierno, es decir, a su casa. Era un hombre de, creo yo, treinta y cinco o cuarenta años. Estaba vestido de un traje de color gris, pero un gris triste como del cielo lloroso del otoño. Recuerdo que el color raro de su traje atrajo mi atención, porque era un día hermoso del verano. Llevaba también un maletín gordo, imagino que estaba lleno de papeles y documentos de trabajo. Sus zapatos parecían llevados, destruidos por el pavimento de las aceras de la ciudad.
Cuándo él se sentó en el cuarto de espera, yo advertí que los calcetines eran de diferentes colores. Todo esto, y la mirada dolorida congelada en sus ojos, me hizo pensar que la vida de este tipo no era fácil.
Viajo mucho para el trabajo y nunca me interesa mirar a otras personas, muchas veces estoy hablando por teléfono o haciendo trabajo. Pero ese día no tenía ganas de hacer nada porque estaba agitado con el montón de trabajo y con mi esposa molesta. Por eso, dirigí mi atención a otra persona en vez de pensar acerca de mis propios problemas.
El hombre se durmió, con su cabeza colgada al lado y la boca ligeramente abierta. Se me escapó una risita cuando de repente su teléfono timbró, él se despertó y empezó a cavar frenéticamente en sus bolsillos buscando el dispositivo.
“Sí? No, todavía no.” Pausa lenta. “Pero...te dijo...mira Hilda...es que...” Pausa. “Sí, tienes razón, pero..” Pausa. “ Sí, te llamo más tarde.” Al final de la conversación el hombre tiró su teléfono en su bolsa y maldijo mientras empacaba sus cosas para ir a la plataforma de su tren. Lo seguí.
Por casualidad, teníamos que abordar el mismo tren. Yo me paré como a diez metros de él, mirando mientras él hablaba enfadado entre sí. Otra vez timbró su celular. Con una locura en sus ojos él lo sacó de su bolsa.
“Qué quieres?” Pausa. “No Hilda, esta vez tú tienes que escucharme a mí. ¡Te voy a decir lo que pienso y no me interrumpas!” No podría escuchar más. La plataforma empezó a estar atestada, y pude ver el tren acercándose. Por un momento yo perdí de vista al hombre y de repente escuché un chillido. “Se tiró enfrente del tren!” Caos.
Algunas horas después, estaba sentado en el tren viajando al infierno. El teléfono celular timbró. “Hola. Quería llamarte antes pero no tuve una oportunidad.” Pausa. “En serio, se tardó el tren porque un hombre se suicidó en la estación.” Pausa. “ Sí, pero ya estoy de viaje.” Pausa. “ Espera, otra cosa, sabes que me diste todos mis calcetines de colores diferentes? Qué chistoso, he estado caminando todo el día con los calcetines diferentes.” Pausa. “ Bueno, Hilda, te voy a ver pronto.”
Hilda y yo
Su teléfono celular timbró.
“Sí, sí claro.” Pausa. “Ya te lo expliqué muchas veces que regreso a las cinco, todavía estoy en la estación esperando a mi tren.” Pausa. “Ay, Hilda, yo sé. Me vuelves loco con tus preguntas mujer, en serio. Tengo que irme. Te llamo del tren.”
El hombre se acercó a la ventanilla para comprar un boleto para regresar al infierno, es decir, a su casa. Era un hombre de, creo yo, treinta y cinco o cuarenta años. Estaba vestido de un traje de color gris, pero un gris triste como del cielo lloroso del otoño. Recuerdo que el color raro de su traje atrajo mi atención, porque era un día hermoso del verano. Llevaba también un maletín gordo, imagino que estaba lleno de papeles y documentos de trabajo. Sus zapatos parecían llevados, destruidos por el pavimento de las aceras de la ciudad.
Cuándo él se sentó en el cuarto de espera, yo advertí que los calcetines eran de diferentes colores. Todo esto, y la mirada dolorida congelada en sus ojos, me hizo pensar que la vida de este tipo no era fácil.
Viajo mucho para el trabajo y nunca me interesa mirar a otras personas, muchas veces estoy hablando por teléfono o haciendo trabajo. Pero ese día no tenía ganas de hacer nada porque estaba agitado con el montón de trabajo y con mi esposa molesta. Por eso, dirigí mi atención a otra persona en vez de pensar acerca de mis propios problemas.
El hombre se durmió, con su cabeza colgada al lado y la boca ligeramente abierta. Se me escapó una risita cuando de repente su teléfono timbró, él se despertó y empezó a cavar frenéticamente en sus bolsillos buscando el dispositivo.
“Sí? No, todavía no.” Pausa lenta. “Pero...te dijo...mira Hilda...es que...” Pausa. “Sí, tienes razón, pero..” Pausa. “ Sí, te llamo más tarde.” Al final de la conversación el hombre tiró su teléfono en su bolsa y maldijo mientras empacaba sus cosas para ir a la plataforma de su tren. Lo seguí.
Por casualidad, teníamos que abordar el mismo tren. Yo me paré como a diez metros de él, mirando mientras él hablaba enfadado entre sí. Otra vez timbró su celular. Con una locura en sus ojos él lo sacó de su bolsa.
“Qué quieres?” Pausa. “No Hilda, esta vez tú tienes que escucharme a mí. ¡Te voy a decir lo que pienso y no me interrumpas!” No podría escuchar más. La plataforma empezó a estar atestada, y pude ver el tren acercándose. Por un momento yo perdí de vista al hombre y de repente escuché un chillido. “Se tiró enfrente del tren!” Caos.
Algunas horas después, estaba sentado en el tren viajando al infierno. El teléfono celular timbró. “Hola. Quería llamarte antes pero no tuve una oportunidad.” Pausa. “En serio, se tardó el tren porque un hombre se suicidó en la estación.” Pausa. “ Sí, pero ya estoy de viaje.” Pausa. “ Espera, otra cosa, sabes que me diste todos mis calcetines de colores diferentes? Qué chistoso, he estado caminando todo el día con los calcetines diferentes.” Pausa. “ Bueno, Hilda, te voy a ver pronto.”
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