La calidez de las noches frías
No hay ningún taxi a la vista. Estoy parado en la esquina, nieve ligera cae sobre mis hombros. Pienso que ella está seria esta vez. Ella estaba tan enfadada, y ahora, mientras miro la nieve caer y las ventanas del bar, donde está cálido, la veo en los brazos de otro hombre. Yo no debería haber tomado tanto, y no debería haber dicho la verdad. Pero me he estado sintiendo así por un rato, así que tal vez sea una cosa buena. Un taxi se detiene. Tengo una última mirada a la calidez de la luz dentro del bar y a su sonrisa, y entro en el taxi oscuro.
Estábamos juntos en el bar. Tomé mi séptimo u octavo whiskey y me dijo algo. Algo pequeño que en la superficie parecía normal, sin embargo sus verdaderas intenciones eran insultarme. Así que le dije que me habría acostado con su mejor amiga, la que estaba detrás de ella, la noche anterior. Me tiró su cerveza a la cara y me dijo que me quedara con mi puta, quien ya está en el taxi conmigo. Pasamos semáforo tras de semáforo. Entonces le digo al conductor que pare. Salgo a la nieve y empiezo a caminar hacia el bar. La otra mujer se quedó en el taxi. Mejor.
Paso por los cafés, restaurantes y apartamentos que están iluminando las calles frías con luz cálida. Mientras veo a parejas felices, pienso en los años que he pasado con ella, todas las peleas, el viaje a Londres y a París, la primera vez que la conocí y las noches en mi apartamento, cálidas y felices. Mientras estos pensamientos corren por mi cabeza, comienzo a correr también. Corro hacia la luz del bar que dejé hace diez minutos, por el montón de luces que se reflejan en la nieve que ya está dura e implacable, hacia la calidez de ella.
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