Un blog de creación en español

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Wednesday, May 21, 2014

Ficción y no ficción curso de primavera, 2014. Helen Isaac: "Calor"

Doy comienzo a la presentación del curso de primavera 2014 con este cuento (de ficción)  de Helen Isaac hecho a partir de un ejercicio en el que proponía reproducir un mundo marcado por  la obsesión y evitar la primera y tercera persona del singular.

"Calor"
Por Helen Isaac

De niñas, adorábamos la sensación de las quemaduras de sol. Las quemaduras las coleccionábamos durante viajes al Sur. Esos días preciosos nos ayudaban a desechar la piel débil y patética que crecía sobre nuestros cuerpos durante los meses del invierno cuando habitábamos con Papá en la ciudad. Podíamos sentir el calor de un sol más cercano desde el momento en que desembarcábamos del avión privado—gotas de sudor se formaban y temblaban en las pestañas abundantes, cuerpos jóvenes que querían ser machucados bajo el calor abrasador del verano.

            Corríamos de la casa de Mamá a la playa sin saludarla (a ella no le importaba—siempre estaba con uno de sus machos, o en su defecto pintándose las uñas) y nos tirábamos al agua salada como si nos sazonáramos antes de entrar el horno. Las horas pasaban y pasábamos el tiempo observando el efecto del sol en la piel. Nos encantaba mirar la destrucción de la piel pálida del invierno; sabíamos que la transformación sería dolorosa, pero después de pocos días la piel chamuscada pasaría al color canela y al olor de coco. Mamá nos amonestaba por no llevar loción, pero siempre nos adulaba después por tener nuestra piel bronceada perfectamente.

            Ya no podemos ir al Sur y visitar a Mamá (que ya ha sustituído los chicos por dos perros pomeranios neuróticos), tenemos que trabajar en la ciudad aún en los meses vibrantes del verano. Nos controlan las varias responsabilidades profesionales que no podemos ignorar, pero todavía recordamos lo que nos encantaba más que todo, y además tenemos que quemarnos para esconder las cicatrices, las incontables quemaduras desteñidas de nuestra juventud. Por eso nos encontramos cada dos fines de semana para ir juntos al salón de bronceado, para recostarnos por fin en nuestras camas solares, cajones calientes que nos abrazan con el escozor reconfortante del sol.

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