El jardín de
las delicias
Por Elizabeth Fitting
“¿Quieres que
te enseñe el lugar?” preguntó el niño.
La niña,
mirando fijamente hacia arriba, cerró los ojos y dejó que el sol quemara el
reverso de
los párpados.
“Más tarde, quizás,” respondió.
“¿Cómo era
allí?” dijo el niño.
“Caliente.
Seco. Es más hermoso aquí.”
“¿Más hermoso?”
“El agua es tan
limpia. Hay tantos árboles y flores.”
El niño pareció
sorprendido. “¿No tienen esas cosas allí?”
“En verdad
no... cuando yo nací todo eso ya se había ido. Eso es lo que dice mi madre.”
Se sentaron
allí por un momento en silencio, disfrutando el aire fresco, el ambiente
virginal y recién
terraformado. Cada trozo de belleza en el jardín atraía los ojos de la niña.
Flores tropicales
ascendían por las vallas y sacaban sus cabezas rosadas y doradas por encima del borde; la
hierba era silvestre pero perfectamente verde; un estanque pequeño reflejaba elcielo azul e
impecable por encima.
Después de
haberse mudado aquí dos semanas antes, la niña no estaba acostumbrada a este tipo de
lujo. Cuando llegó por primera vez estaba asombrada por la belleza que la rodeaba. Ella
había visto postales y comerciales de este lugar cuando todavía estaba en la Tierra pero
nunca podría haber imaginado que la realidad sería mejor. Había escuchado historias de
este lugar y lo había imaginado toda su vida Gaia, la salvación de la raza humana, el
paraíso en el que la gente con la suerte de poder huir de la superficie
arruinada de la Tierra
estableció colonias y dio a la humanidad una segunda oportunidad.
En la escuela
la niña había aprendido las historias del establecimiento de la colonia y esto
la fascinaba. Los
exploradores habían encontrado este planeta y habían usado alguna tecnología que
ella no entendía para posibilitar que la gente viviera aquí. Pero ahora que estaba aquí en
realidad se sentía un poco inquieta.
“¿Había algo aquí antes?” preguntó.
“¿Antes?”
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