"Sobrevivir"
Por Gabrielle A. Collantes
“No te olvides de comprar
el jabón de lavar,” exclamaba mi mamá.
Ya pronto se iba con su novio Roberto.
Hace unos días que no veo a mi hermana Leticia, quien se supone que me cuida
cuando mamá no está. Yo me aseguro de
lavar los platos, guardo la ropa y llego a mis clases con tiempo. Esta semana mí maestra, la Sra. Montero, me
dijo que había ganado un premio en mi clase de ciencia e iban a dar una
recepción en mi honor. Dudo que Leti o
mami puedan ir, así que no les digo nada.
A mí me gusta la escuela,
me siento contenta, me encanta aprender y pasar tiempo con mis amigos. Sin embargo, la Sra. Montero se asegura de
que termine todas mis tareas, me permite usar su computadora y darle de comer a
los peces de la clase. Una mujer muy
bonita, llena de sonrisas con su pelo perfumado con agua de violetas. Si jugamos a las escondidas las violetas
revelan su escondite. El día que recibí
mi premio la Sra. Montero se asombró que nadie de mi familia estuviera
presente. Lo único que pude pensar en
decirle es, “todos trabajan.” Ella sabe
que es mentira porque mi hermana está en la escuela secundaria al fin de la
calle. Entonces, me mandó a la casa con
una carta para que mi mamá la firmara.
No vi a mi mamá esa noche,
tampoco cené porque Leti jamás regreso a casa.
Para pasar el tiempo me acosté en el sofá y conté todas las manchas en
el techo que pude. Allí fue cuando sentí
un pellizco por mi brazo también en mi pierna derecha y después siguió la
picazón. Pronto la picazón paró y me
dormí pensando en islas del encanto. La
próxima mañana llegué a la escuela tarde porque nadie estaba en casa para
levantarme. Me fui sin desayunar ni
lavarme los dientes.
La Sra. Montero me esperó
para recibir mi nota firmada, pero cuando le explique lo que había pasado no me
creyó. Pronto vi su cara de preocupación
cuando vio mis brazos rojas y llenos de picaduras. Inmediatamente pensó en lo peor. No me había visto y sinceramente se veían muy
mal. Durante nuestro receso llamo a mi
mamá, pero no contestaba. Me mandó a la
enfermera y perdí mi clase de ciencia para ese día. Ella confirmo lo peor para mí, que parece que
mis picaduras eran de chinches.
Mi mente inmediatamente
imagina monstruitos entre mis cobijas y entre las almohadas. Lo interesante es que los chinches no eligen
a sus victimas, para ellos solamente se trata de sobrevivir. Esto es un pensamiento que me acompaño el
resto del día. Esa noche no me fui a
dormir sin cenar.
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