Palabras Revueltas
Escribir
no pasa en un momento de inspiración como nos gustaría pensar. No es limpio ni
bello. Es baboso. Para mí, escribir es como cocinar los huevos. Al principio
hay una idea, el huevo completo, llena de posibilidad. Después de examinar el
huevo un poco, lo rompes hasta encontrar la idea. De repente, los interiores
chorrean, intentando escapar de la cáscara, de mi mente. Las palabras corren en
todas direcciones y tengo que dirigirlas a la página. Dirijo la yema de huevo
al sartén. Pronto, el huevo se empieza a cocer. Tengo que decidir qué tipo de
huevos quiero o qué tipo de escritura: poesía, cuento, ensayo... Elijo los
huevos revueltos y un ensayo sobre el fluir de la conciencia. Con suerte, un
buen olor llena la casa mientras muevo los huevos con la espátula. Cambio las
palabras con el bolígrafo. Finalmente, los huevos están preparados; los saco
del fuego de la estufa y los transfiero a un plato. Completo el ensayo y dejo
de escribir. Cierro mi bloc y voy a la a mesa a comer mi desayuno de ricos
huevos revueltos.
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